Opinión | Tuercebotas

El fútbol no necesita ser justo

La búsqueda de la justicia absoluta a través del VAR está dañando la esencia del juego

Julián Álvares y su inoportuno resbalón en la tanda de penaltis entre Atlético y Real Madrid

Julián Álvares y su inoportuno resbalón en la tanda de penaltis entre Atlético y Real Madrid / AP

Hace unos meses, los Wolverhampton Wanderers llevaron a votación en la Premier League la eliminación del VAR. Perdieron, pero conviene recordar algunos de los argumentos que usaron en defensa de su propuesta de terminar con el videoarbitraje:

· El VAR impacta en la celebración de los goles y en la pasión espontánea.

· Crea frustración y confusión dentro de los estadios debido a los largos chequeos y a la mala comunicación con los aficionados. 

· Ha sobrepasado su propósito original de corregir errores claros y obvios, analizando ahora en exceso decisiones subjetivas. 

· Disminuye la responsabilidad de los árbitros en el campo debido a la red de seguridad del VAR, lo que lleva a una erosión de su autoridad. 

· Ante los errores continuos que se repiten a pesar del VAR, los aficionados son incapaces de aceptar el error humano, lo que daña la confianza en los estándares arbitrales. 

· La polémica constante sobre las decisiones del VAR a menudo eclipsa el partido en sí y empaña la reputación de la liga. 

· Erosiona la confianza y la reputación de la competición.

Todo ello, concentrado en una sola jugada, se vivió el miércoles en la tanda de penaltis entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid. El resbalón de Julián Álvarez y la anulación del gol desde la sala de videoarbitraje son el mejor argumento para eliminar el VAR. Las reglas del fútbol, inmutables desde hace décadas y ahora de repente cambiadas cada año, lograban la cuadratura del círculo: eran lógicas y de sentido común y, al mismo tiempo, tan laxas que permitían múltiples interpretaciones. El fútbol ni quería, ni buscaba, ni aspiraba a lograr la justicia perfecta. Es humano, sujeto a errores, desde el delantero que falla a boca de gol hasta el portero al que se le doblan las manos, pasando por el árbitro que pita fuera del área lo que sucedió dentro. El fútbol ha soportado durante años la injusticia (¡qué decir de la mano de Dios de Maradona!) como una parte consustancial del juego. Aspirar a la justicia absoluta lleva el juego al desastre.

Ninguna ventaja para Julián

"¿Alguien vio que Julián tocara dos veces la pelota? Si alguien lo vio, que levante la mano", preguntó Simeone en la rueda de prensa posterior al partido. Por supuesto, nadie levantó la mano, porque nadie sin corazón blanco lo ha visto ni con una megalupa digital. ¿Tocó o rozó la bota de Julián el balón? Nadie puede afirmarlo ni negarlo. Lo que sí puede afirmarse es que la norma se creó para evitar que los delanteros tuvieran ventaja sobre el portero en el lanzamiento de los penaltis. Se creó por el bien del juego. ¿Qué ventaja obtuvo Julián si su bota rozó el balón tras resbalarse antes de chutar? ¿Qué bien le hizo al juego anular ese gol?

Intentaré no ser oportunista: el Barça ha hecho del VAR y de la detección milimétrica del fuera de juego un pilar de su juego defensivo. Sin VAR, habría encajado muchos más goles; de hecho, sin VAR jugaría de otra forma en defensa, lo contrario sería un suicidio. ¿Qué ventaja le dan al delantero algunos fueras de juego pitados por un milímetro, imperceptibles al ojo humano? Hay goles anulados de forma justa por fuera de juego, pero invalidarlos va en contra del juego. El delantero, por el número de su bota, se encuentra en offside, posición que no le da ninguna ventaja. Su sanción supone invalidar, por puro azar, una buena jugada de ataque que había acabado en gol. Es justo, pero el fútbol no era, y no debe ser, esto.

La injusticia, un factor más del juego

Por no hablar de las manos, de los fueras de juego posicionales, de los agarrones dentro del área, de los pisotones que suceden antes o después de tener incidencia directa sobre el juego, de las tarjetas rojas por juego violento, de los empujones que a cámara lenta parecen agresiones y en vivo simples cargas legales, etcétera. Todo ello ya sucedía antes del VAR. Antes también había criterios dispares, errores, dobles raseros. La diferencia es que antes el fútbol no aspiraba a la justicia. Le iba fenomenal que la injusticia del arbitraje fuera un factor más del juego, como el azar, el clima, el estado del terreno de juego, el talento o el sacrificio.

Debe de haber en algún lado una metáfora sobre la vida en que, en su búsqueda de la justicia perfecta, el fútbol esté extraviando su naturaleza, su alma.