Exclusiva SPORT

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"No, espérate, ya vamos hablando..."

Fermín López recibe a SPORT en su casa en El Campillo para hablar de los inicios de su hijo como futbolista

Imágenes, trofeos, recuerdos y muchas anécdotas sobrevuelan una charla con el blaugrana como protagonista

Sport visita El Campillo, el pueblo de Fermín López

SPORT visita El Campillo, el pueblo de Fermín López, y habla con la familia del joven futbolista del Barça / Joan Represa

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Fermín López vivió en una casa de dos plantas en El Campillo, un pueblo de 2.000 habitantes cuya población va fluctuando según la época, cincuenta arriba, cincuenta abajo. A un minuto a pie, girando la esquina, encontramos la Peña Madridista ‘Los Cipreses’, fundada en 2018 (de la PB Camp-Barça, que no está lejos, hablamos aquí). Cuando el futbolista era un niño y ya profesaba la religión blaugrana, recuerdan los del lugar, solía acudir a la puerta de la peña cada vez que el Barça marcaba un gol, sobre todo en los clásicos, para gritarlo. Así lo recuerdan vecinos del pueblo al que SPORT visita para charlar con su padre, también Fermín López.

Llamamos al timbre y, tras varios segundos esperando que se hacen eternos por las ganas que tenemos de conocer dónde creció el fenómeno, surge una voz grave e impregnada de personalidad del interfono: “Hola, os abro”. Subimos la escalera que nos lleva a un comedor decorado con un sofá de dos piezas, un televisor y una mesa llena de fotografías familiares en las que reconocemos al jugador. Huele a fútbol. Su hermano, Juan Antonio, es portero y, según apuntan en el pueblo, “es de los buenos”. Ahora está lesionado. Los putos ligamentos. Una lesión grave. Volverá.

Fermín López recibe a SPORT en El Campillo

Fermín López recibe a SPORT en El Campillo / VALENTÍ ENRICH

No siempre esta casa tuvo el aroma que desprende el balón, aunque fue impregnándose de él hasta convertirla en un templo: “Era muy travieso, nervioso, un trasto, no paraba. Al principio lo llevabas al campo y no jugaba, no le motivaba, hacía montones de arena con el albero. Tenía cinco añitos o por ahí. No jugaba a pelota”, recuerda su padre. Su crecimiento fue tardío; su pasión por el fútbol, más o menos, también. Su amor por el Barça es cosa de su tío Juan, hermano de su madre. Le llamaban ‘Miri’ por Maradona y quienes le vieron jugar aseguran que “ver a Fermín es ver al Miri hasta en los andares”.

"Al principio lo llevabas al campo y no jugaba, no le motivaba, hacía montones de arena con el albero"

Fermín López

Su padre, que nos recibe sin camiseta y se la pone mientras subimos las escaleras, se sienta en el sofá después de una jornada de ocho a tres en Correos. “Mi cuñado es quien lo ha envenenado un poco con esto del fútbol, yo no tenía mucha afición, siempre estaba trabajando”. Tardó poco en darse cuenta de que algo tenía entre manos porque “con siete añitos ya querían federarlo, ya se le veía hechuras. Cogía la pelota, se iba de uno, de otro, nadie se la quitaba, todo el día con la pelota en los pies. Le decía que fuera a por la fruta y se llevaba la pelota”. “La gente mayor”, recuerda, le decía que “este niño va a llegar a ser futbolista”.

Fermín López recibe a SPORT en El Campillo

Fermín López recibe a SPORT en El Campillo / VALENTÍ ENRICH

La escuela municipal de fútbol base del pueblo, el Recreativo, el Betis… ¡el Barça! “Ha sido un no parar”, sonríe Fermín López, que le hizo, le hace y le seguirá haciendo de padre siempre, pero que también ejerció, durante años, de chófer, que es lo mismo que hacer de padre: “Me cateó un examen, yo estaba tirado en el sofá y me dice ‘venga papá, que nos vamos’ (a Sevilla a entrenar con el Betis). Y le dije tira pal cuarto que esto hay que recuperarlo’”. Aquel día no hubo balón. Fermín López fue (y es) buen estudiante, seguramente, por su amor por el balón. “Terminaba el colegio, comía y a clases particulares cada día una hora. Iba sobrado, pero había que ir sí o sí”, imponían sus padres. “Mi mujer era peor que yo, pero era la manera de incentivarlo, la pelota lo era todo”. Cada día dos horas de trayecto, ida y vuelta, a Sevilla. Cada día porque Fermín no tenía bastante con los entrenamientos obligatorios, también quería los voluntarios. Se lo ganaba aplicándose en los estudios.

Fermín López cuenta en SPORT cómo se enteró de que el Barça lo quería [Pub. programada]

Fermín López habló con SPORT en los jardines de La Masia / IVAN SANANTONIO | BLANCA SANCHEZ

El Barça siempre llama dos veces

“Papá, que dicen mis amigos que el Barça me quiere. Lo han visto en internet”, le soltó a su padre en el coche durante uno de esos trayectos diarios entre Sevilla y El Campillo. “Ahí la mitad de las cosas son mentira”, respondió. “Vale, pero si tú me dejas, yo me voy”, insistió el niño. “Ya veremos, Fer…”. No solo el ‘Rubio’, que así también le llama su padre, apretó, sino que lo hizo el Barça: “Vino Carles Martínez, el primero, de incógnito, un par de partidos. Luego me dijo que le dijo a su compañero que se pusiera a mi lado para hacernos una foto y saber si iba a crecer, para ver cómo iba a ser”, narra el padre, que no es alto y, por ello, mantiene los pies en el suelo y ayuda a su hijo a mantenerlos. Eso ocurrió en un torneo. Más tarde, en otro jugado en Tarragona, apareció Jordi Roura, por entonces director del fútbol base en el Barça: “Está Roura”, decían, “pues viene a por el 7 del Betis”. El 7 del Betis era Fermín López.

“Piensas… es absurdo lo que estamos haciendo, pero es lo que él quería"

Fermín López

La primera vez que fueron a por él “dijimos que no, lo veíamos tan pequeñín…”. La segunda vez dijeron que sí y el primero que dijo que sí fue el niño. “Era difícil, tienes que hacer de tripas corazón”, recuerda su padre, cómodo en el sofá familiar, gesticulando sin darse cuenta mientras su mente retrocede hacia escenarios emocionales lejanos que hoy regresan a su rostro en forma de cómplice sonrisa. “Piensas… Es absurdo lo que estamos haciendo, pero es lo que él quería. Si una vez me hubiera dicho que no quería eso…”. “¿Qué?”, le preguntamos. “Hubo una vez… Llevaba unos diez días en Barcelona, el colegio en catalán, fuera de casa, me llamaba a las siete de la mañana y me decía ‘no quiero estar, no me entero de nada’”. Le dije: “Mañana voy a por ti”. Y Fermín López, en ese preciso instante, tomó una decisión que le cambió la vida: “No, espérate, ya vamos hablando”.

Hasta hoy, un día cualquiera entre semana de un mes de octubre caluroso en el que una luz curiosa se cuela atravesando unas cortinas blancas en una casa de dos plantas de El Campillo para escuchar una historia de la que solo se han escrito unas cuantas páginas.