Opinión

La tabarra de Vitor Roque

Si jugar lo marcara el valor del jugador, no haría falta tener entrenador

Vitor Roque, descartado para la temporada que viene

Vitor Roque, en una imagen en Balaídos ante el Celta

Vitor Roque, en una imagen en Balaídos ante el Celta / Valentí Enrich

Aún no hace ni medio año que Vitor Roque, que puede llegar a ser un gran delantero, aterrizó en el aeropuerto de El Prat y ya se ha convertido en otro de esos debates absurdos que se generan alrededor del Barça. Tiene 18 años y aún prácticamente no sabe ni dónde están los lavabos de la Ciutat Esportiva, pero, según parte de ese entorno que discute sobre cualquier detalle aunque su trascendencia sea cero, debería jugar más porque costó caro. Si esa fuera la lógica ante la que los entrenadores deben responder, sería muy fácil hacer las alineaciones: “¿tú cuánto vales? ¿Tanto? Titular. Y tú, ¿cuánto nos costaste? Bueno a mí no, al club. Ah, pues al banquillo”. Pero el fútbol no funciona así.   

Hubo en el Barça quien decidió que había que fichar sí o sí a Vitor Roque, cuyo representante es ese señor brasileño y comisionista que, durante la presidencia de Bartomeu, le costaba al club 700.000 euros anuales por tener controladas a las perlas brasileñas. Un servidor conoce a varios expertos en fútbol internacional que por el diez por ciento de esa cifra harían lo imposible para que no se les escapara ninguno. El comisionista en cuestión responde al nombre de André Cury y el otro día, en RAC1, se quejó porque Tigrinho no jugaba y claro, si no juega se lo lleva a otro club. Traspasado, no cedido, que así la operación satisface a todas las partes. 

El chaval, que no debe entender nada porque ha cambiado de planeta, sigue a lo suyo, trabajando a diario para convencer a Xavi de que debe tener más minutos. De momento no lo está logrando y parece que a corto plazo no se saldrá con la suya. Costo 31 millones, no 61 millones, cifra a la que podría llegarse si se cumplen una serie de variables. Pese a todo, esos 31 millones son una cantidad muy importante para un juvenil que ahora deberá decidir qué hacer con su vida una vez llegado a Europa. Lo incomprensible de todo este caso es que sea Xavi también el culpable, algo que se palpa en cada rueda de prensa cuando tres o cuatro periodistas le preguntan por qué no juega. Seguramente a Xavi le gustaría marcarse un Luis Enrique y decir algo así como “no juega porque no me sale de las narices”, pero Xavi es educado y responde a lo que se le pregunta, más allá de si le gusta más o menos la cuestión.

Vitor Roque hace el gesto del rugido del tigre tras marcar al Alavés en la victoria del Barça por 1-3.

Vitor Roque hace el gesto del rugido del tigre tras marcar al Alavés en la victoria del Barça por 1-3. / EFE

En cambio, nadie se pregunta por qué no juega Marc Guiu, que ha demostrado en los ratos que ha tenido en la primera plantilla esta temporada que tiene gol para aburrir. Claro, el canterano no ha costado más de lo que ha costado su proceso de formación y Tigrinho ha sido caro. Si esa, como parece, es la razón de las quejas por su ostracismo, sería mejor apuntar hacia arriba porque el precio, Chusín sabía mucho de ello, no lo ha puesto Xavi.