La última

De Barbastro al cielo

Emilio Pérez de Rozas

Mi amigo Jordi Tomás me envió, el pasado viernes por la noche, una foto por sms en la que se le veía con sus amigos, eufóricos en el estadio ese del quinto piso de Mónaco celebrando la conquista de la Supercopa de Europa. No me envió la foto para darme envidia, no. Ni siquiera para corroborar lo muy culé que es. Ni para demostrarme que posee el Nokia de última generación (¿O sí?).

Yo les contaré por qué lo hizo. Lo hizo porque, a principios de junio del pasado año, concretamente el día 6, le llamé al móvil (como casi cada día) y le hice una propuesta que él, enfermo del Barça, asiduo del Mini Estadi, devoto de la religión guardiolista, no pudo rechazar y eso que no se le ocurrió a él, sino a mí.

"Jordi, si tuvieras valor, mañana cogeríamos el coche y nos iríamos a Barbastro". ¿A qué hora salimos?, fue su respuesta inmediata. Y, sí, salimos. Es más, Florentino, su padre (éste sí es un ser superior), es de por allí. Fue un viaje de ida y vuelta maravilloso. ¡Qué campo!, curioso, precioso, coqueto, con su chalet y todo, con su cura en el palco, con sorteo de un jamón en el descanso. Por poco nos toca.

¡Y qué partido vimos! Allí, con el bueno de Yuste (no de Laporta) en el palco. Con 0-2 en el marcador y ascenso asegurado. Y Guardiola regresando al chalet-vestuario, firmando autógrafos por doquier. Y Jordi y yo aplaudiendo, de pie, en nuestros asientos. Y, sobre el campo, pues les contaré: Busquets, Pedrito (después Pedro y ahora don Pedro), Jeffrén y demás chavalitos, monaguillos de la iglesia guardiolista.

Fue por eso por lo que Jordi me envió ese simpático sms desde Mónaco. Porque él y yo, solo él y yo (y perdonen el farde), vivimos el bautismo de este gran sueño: de Tercera a Mónaco, rezaba el sms. Del ascenso al pentacampeonato, le respondí.

Y acto seguido, nos llamamos. Y pensamos en aquel viaje maravilloso (y en su comida estelar, claro). Y en aquel Guardiola, tan soñador entonces como ahora, ni más ni menos ilusionado que la otra noche en Mónaco. En ese Busquets imperial. En aquel escurridizo Jeffrén. Y, cómo no, en Pedrito, modesto entonces y resplandeciente ahora. Y todo en poco más de un año. Y queda la Intercontinental, en diciembre. Jordi, amigo, espero tu sms. Ya ves, de Barbastro a Abu Dhabi.