Opinión | Tuercebotas

Alfonso y las diferencias entre el fútbol masculino y el femenino

Hoy las futbolistas son agente de cambio social y los futbolistas, todo lo contrario

Alfonso Pérez

Alfonso Pérez / sport

Confieso que escucho el nombre de Alfonso Pérez Muñoz y me entran escalofríos, porque me retrotrae a una de los Barças más duros que he vivido: el del gaspartismo, con plantillas en las que Alfonso coincidió con jugadores como Dani, Reiziger, Litmanen, Petit, Overmarts, Zenden o Simao, de los que podemos decir que no vivieron sus mejores años como profesionales en el club y después correr un tupido velo.

De la etapa de Alfonso en el Barça, a falta de goles, asistencias y espectáculo como los que prodigó en el Betis, recuerdo acalorados debates sobre sus botas blancas. Los más jóvenes deben entendernos: eran los tiempos pre-Messi, y nuestras alegrías procedían de caminos extraños, como fichar a otros equipos de la Liga a excanteranos del Madrid descartados en el Bernabéu, como el propio Alfonso y Dani García Lara. 

Polémica

Alfonso Pérez Muñoz ha vuelto a estar de actualidad, esta vez por su locuacidad. En una entrevista en el El Mundo pidió que Pep Guardiola y las jugadoras de la selección femenina de fútbol muestren su amor a España besando la bandera y afirmó que el fútbol femenino y masculino no son “equiparables” porque ellas no generan tanto negocio como ellos. 

Por sus palabras, el Ayuntamiento de Getafe y el club acordaron quitar el nombre de Alfonso Pérez a su estadio, y él respondió con un clásico: “No tengo nada contra las mujeres. Tengo una madre y una hija que juega al fútbol”. Sin palabras.

El pulso de la selección femenina con las estructuras de la Federación ha contribuido a poner luz sobre numerosos rincones oscuros del fútbol. Ellos, los jugadores, no están saliendo demasiado bien parados. Con las honrosas excepciones de Bellerín y de Borja Iglesias, los jugadores no han encontrado la manera de entrar en la conversación con buen pie. El comunicado que leyó Morata en nombre de los jugadores de la selección no pasará a la historia de la oratoria política y las pocas intervenciones públicas (Dani Carvajal) no han contribuido en mucho. De los jugadores tampoco supimos mucho más de otros asuntos, como qué pensaban de celebrar un Mundial en Qatar, el racismo en las gradas o la existencia de grupos violentos. De hecho, de la relación entre los ultras y los jugadores pocos pueden sentirse orgulloso. 

Estructuras masculinas

Es cierto que hoy, cifras en mano,  el fútbol femenino genera menos negocio e ingresos que el fútbol masculino, ahí Alfonso tiene razón. Ahora, bien, no es así por una cuestión intrínseca del deporte, porque el fútbol solo sea bueno si lo juegan hombres, sino por unas estructuras que hasta anteayer han sido solo masculinas, han promocionado en exclusiva el fútbol masculino, se han dirigido únicamente a un público masculino y han celebrado tan solo los logros de los equipos masculinos. Otras disciplinas deportivas y otros campos de la sociedad no hace mucho también eran solo cosa de hombres y hoy ya no lo son: por usar las palabras de Alfonso las mujeres generan en el mundo de la política, la ciencia, la medicina, el periodismo, el derecho, la academia, etcétera mucho más que hace años. Aún no hay igualdad, pero se está en el camino. Si la brecha en el fútbol es más grande que en otros sectores se debe a que ha empezado el camino real hacia la igualdad mucho más tarde. Hasta el Mundial de Nueva Zelanda de este verano, podríamos decir.

Los futbolistas, que responden al perfil de chicos jóvenes con ingresos (multi)millonarios que han crecido en un mundo cerrado, masculinizado, rebosante de testosterona, con leyes y normas propias, aislado de la sociedad y cada vez más mercantilizado, se hallan ante una situación inédita: deben decidir si son parte del problema o de la solución. Con su colaboración, el mundo femenino podría dar un salto vertiginoso y acelerar su profesionalización y su popularidad. Pero el camino es irreversible, con o sin ayuda. Esa es otra diferencia capital entre el fútbol femenino y el masculino, al margen del volumen de negocio: ellas son hoy un motor de progreso social y ellos, no.