Salvador Sagrera, el primer '10' del Barça

Una imagen de Salvador Sagrera con la camiseta del FC Barcelona. Siempre con su fino bigote, moda de la época, y el pelo engominado

Una imagen de Salvador Sagrera con la camiseta del FC Barcelona. Siempre con su fino bigote, moda de la época, y el pelo engominado / FAMILIA SAGRERA

David Salinas

David Salinas

La temporada 1948-49 la Federación Española de Fútbol acordó, entre otras muchas medidas, la numeración de los jugadores. El primer Barça en lucirlos fue el de Enrique Fernández, en el primer partido oficial, de Liga contra el Oviedo (5-2) en Les Corts el 12 de septiembre de 1948. El ‘10’ –en aquellos años sin la carga simbólica de hoy en día– fue para Salvador Sagrera Pedret, un trabajador del fútbol. Esta es su historia.

Sagrera nació el 15 de agosto de 1921 en la calle Purísima Concepción nº 5 del barrio barcelonés del Poble Sec y a los pocos años su familia se trasladó al del Bon Pastor. Allí empezó a jugar al fútbol, en el equipo del bar Rocamora, el Rocamorense, regentado por el padre de la que sería su futura esposa, Lidia. La UD Cros de Badalona se hizo con sus servicios la temporada 1942-43. Tenía 21 años y destacaba por su potente físico, entrega sin límites y un carácter indomable.

Fue llamado a filas y lo destinaron a la Seu d’Urgell, al Regimiento de Infantería nº 64, perteneciente a la División de Montaña nº 43, pero pudo seguir jugando al fútbol –su pasión– en el campeonato militar. También, cuando fue requerido, reforzó las filas del Andorra, como le recordó en su día el periodista Rossend Marsol, que firmaba bajo el pseudónimo de Sícoris, al hijo de Sagrera, también Salvador y también futbolista con una marcada y exitosa etapa en el histórico CE Europa.

Del Vic al Barça

Unos directivos del Vic vieron en acción a Sagrera con el equipo de su regimiento y no dudaron en ficharlo una vez licenciado. Salvador jugó cuatro temporadas en el club de la capital de Osona (1943-47), iniciándose en el Amateur y después en el primer equipo. Allí coincidió con Francisco Gómez, un técnico, ex jugador del Real Madrid, Betis y Girona, que lo marcaría.

Su rendimiento y su efectividad llamaron la atención del Barça. El Vic pidió 100.000 pesetas por Sagrera y Antoni Noguera, un extremo con el que se entendía a las mil maravillas el del Bon Pastor. Al final el acuerdo se cerró por 60.000 pesetas y un amistoso en febrero de 1947. Sagrera se presentó entonces en la prensa como “temporalmente impulsivo” y “cuando hay que ir al balón difícilmente se me echa el freno”.

De delantero a defensa

Se fogueó en el segundo equipo, el Reserva, para debutar en mayo de 1948 contra el Atlético en Copa. Con Enrique Fernández dejó de ser delantero para actuar de medio o defensa. No tenía problema alguno en jugar donde fuera y su compromiso siempre fue el mismo. Con el Barça ganó una Copa Latina (1948-49), una Copa Eva Duarte (1948) y dos Ligas (1947-48 y 1948-49). La temporada 1950-51, con la llegada de Ferdinand Daucik al banquillo blaugrana, todo cambió.

Sagrera pasó al ostracismo. Harto de ser ignorado por el nuevo entrenador, fue a pedirle explicaciones y Daucik le dijo que le “faltaba sangre”. Y estalló. ¿Cómo podía faltarle sangre a un jugador tan entregado y explosivo como él?

Salvador, su hijo, asegura que “se las tuvo” con el técnico y ahí acabó su carrera en Les Corts. Samitier, director técnico, lo llamó a capítulo y le confesó que “el incidente puede olvidarse o no, pero te recomiendo que te llenes los bolsillos y después eches mierda al Barça, a Daucik y a mí”. No lo hizo.

Se mordió la lengua y se buscó la vida lejos del Barça, equipo al que siempre llevó en lo más profundo de su corazón. Fue cedido al Sant Andreu, de Segunda, en marzo de 1951. Coincidió con Mariano Martín y Benito García, entrenador. Jugó 9 partidos y marcó 4 goles.

De Catalunya a Melilla

Finalmente, pidió la baja. Libre, Sagrera dio un giro radical en su vida y cogió a su familia y se fue a Melilla, donde estuvo dos temporadas. En el equipo de la ciudad autónoma jugó dos años (1951-53) como defensa y además de coincidir con varios jugadores catalanes, se reencontró con su antiguo técnico en el VicFrancisco Gómez.

Regresó a la Península para jugar con el Lleida, donde se alineó junto al futuro azulgrana Ribelles Calo, hermano de César, con pasado culé. En la última etapa ilerdense fue dirigido por otro ex barcelonista, Pepe Nogués. En la Terra Ferma (1953-55) lo conocieron como el “puñales”. Seguía siendo un jugador de raza, entregado al cien por cien.

Reclamado por Josep Escolà

Fue reclamado por Josep Escolà cuando el catedrático del fútbol pasó por el banquillo del Levante (1955-56). Regresó a Catalunya para jugar con el Artiguense (1956-57) y la Gramenet (1957-58). Colgó las botas con 37 años y pasó a regentar el bar que tenía su padre en el barrio del Bon Pastor, el 7 Puertas. Allí lo iban a visitar a menudo BioscaCésar... Nunca perdió el contacto con sus amigos.

Ya jubilado, vendió el negocio y trasladó su residencia a Premià de Dalt y después a Pineda, donde pasó sus últimos años. Atacado por el Alzheimer, recibió la ayuda de la Agrupació de Jugadors del FC Barcelona e ingresó en una residencia de Calella, donde falleció el 23 de enero de 2005.