La tragedia silenciada por el Kremlin

Se cumplen 40 años de la avalancha del estadio Luzhniki, un caso todavía hoy oscuro que se llevó a decenas de aficionados

La tragedia del Lenin fue la primera de las catástrofes del fútbol europeo de los 80

El desastre de Heysel, en la final de la Copa de Europa de 1985, supuso un punto de inflexión en la actitud frente al hooliganismo

El desastre de Heysel, en la final de la Copa de Europa de 1985, supuso un punto de inflexión en la actitud frente al hooliganismo / EFE

Adrià Soldevila

Adrià Soldevila

Ojalá nunca hubiera marcado ese gol”. Sergei Shvetsov nunca olvidará la noche del miércoles 20 de octubre de 1982. El defensa central del Spartak de Moscú anotó en el minuto 90 el segundo gol de su equipo, el tanto que dejaba la eliminatoria de segunda ronda de la Copa de la UEFA encarada para que los rusos afrontaran con tranquilidad la vuelta en los Países Bajos.

Semanas antes se habían cargado al Arsenal en Highbury y ahora le tocaba el turno al Haarlem, un modesto equipo neerlandés poco acostumbrado a disputar competiciones europeas que desaparecería en 2010 por una grave crisis económica. Durante esos días, Moscú empezaba a helarse.

El invierno acechaba a una Unión Soviética que se desmoronaba y que acababa de organizar unos Juegos Olímpicos marcados por el boicot estadounidense, por lo que el fútbol pasaba a un segundo plano.

De las 82.000 plazas disponibles en el estadio Lenin, los aficionados del Spartak únicamente llenaron 16.000, así que las autoridades decidieron cerrar varias tribunas y acumular a los seguidores en uno de los graderíos, el más cercano a la boca del metro para facilitar la salida. Un error que se cobraría decenas de víctimas.

En el minuto 90 y con 1-0 en el marcador, los primeros centenares de aficionados deciden que ya es suficiente por hoy. Hay que irse a casa, hace mucho frío y conviene empezar a desfilar por las escaleras heladas del estadio. Una mujer resbala y pierde un zapato. Durante su intento de recuperarlo, el Shvetsov marca el segundo gol. La euforia se desata.

Muchos de los aficionados que se están yendo retroceden para celebrar el gol en las gradas, pero se encuentran de cara con los que están saliendo. Se produce un tapón en el que decenas de seguidores del Spartak quedan atrapados. Algunos son arrollados, otros, aplastados sin opción a levantarse y muchos más se ahogan por la asfixia de una avalancha que deja un reguero de fallecidos en el suelo y en las escaleras del estadio Lenin.

“Vi al menos 100 cadáveres tirados en los pasillos mientras salía del estadio”, explicó el tenista Andrei Chesnokov a la comisión de investigación que el Gobierno de Mijaíl Gorbachov inició para esclarecer lo sucedido. Chesnokov tenía 16 años cuando presenció aquella tragedia.

Todavía no se había convertido en un tenista de relumbrón mundial. “La gente caía por las escaleras resbaladizas como en un dominó, golpeándose los unos con los otros. Para salvarme, me agarré a una barrera y trepé por encima de una columna de cuerpos. Algunos me agarraban y gritaban: ‘¡Socorro! ¡Ayúdame!’, pero estaban atrapados debajo de una montaña de cadáveres”, relató el que llegó a ser noveno del ranking ATP en los años 90.

Durante años, esa tragedia fue silenciada. Los Gobiernos de Leonid Brézhnev, que dejó el cargo un mes más tarde del suceso, y de Yuri Andrópov, lo ocultaron tanto como pudieron. Solamente los medios internacionales intentaron sacar algo en claro después de que el periódico local Vechernyaya Moskva publicara unas escuetas líneas en las que afirmaba que en el Spartak-Haarlem se produjo “un accidente causado por problemas en el tránsito de personas.

Ha habido bajas”. Poco más se supo hasta que Andrópov abrió una investigación que terminó con la destitución del jefe de policía, una condena de tres años a los cuatro responsables del estadio y con una cifra final de 66 muertos. La definitiva y nunca más modificada por los Gobiernos posteriores.

“Hablamos de Europa del Este y de 1982, en plena Guerra Fría. Todo era hermético en la URSS”, comenta a Sport Dossier el doctor en Historia Contemporánea por la Universitat de Barcelona Carles Viñas. Tres años después de aquel suceso, llegó la tragedia de Heysel. Y siete años más tarde, la de Hillsborough.

“En la Unión Soviética no había por aquel entonces un conocimiento profundo del fenómeno hooligan que sí existía en Inglaterra desde los años 60. Pese a que algunos aspectos sean comunes, como las avalanchas, la tragedia del Luzhniki es muy diferente a lo ocurrido en Heysel o Hillsborough”, aclara Viñas, experto en movimientos ultra en el deporte.

La tragedia del Lenin fue la primera de las catástrofes del fútbol europeo de los 80

Heysel centra el foco

La tragedia del estadio Lenin -en 1992 renombrado como Luzhniki- fue la primera de las grandes catástrofes del fútbol europeo sucedidas en los años 80. En 1989, el periódico Sovetsky Sport publicó un extenso reportaje en el que cifraba las víctimas en 350, aunque ninguna autoridad soviética ni de la posterior Federación Rusa se pronunció.

De hecho, la cifra oficial sigue siendo de 66 fallecidos, tal y como concluyó la investigación de Andrópov y de la misma manera que Gorbachov cerró el tema en 1985. Precisamente, ese año ocurrió una nueva tragedia de la que nada se pudo ocultar.

En el estadio de Heysel, en Bruselas, murieron 39 aficionados -mayoritariamente italianos- tras una avalancha provocada por la violencia de centenares de radicales del Liverpool, que se abalanzaron sobre los aficionados de la Juventus en la final más dramática de la historia de la Copa de Europa. “El punto de inflexión fue Heysel”, reconoce Carles Viñas.

La tragedia del estadio Lenin no llegó a la opinión pública por tratarse de hechos ocurridos en la URSS, pero los muertos en una final de la actual Champions League, entre dos equipos de talla mundial y en el epicentro de Europa no pudo silenciarse de ninguna manera.

“Lo vio todo el continente”, dice el profesor de Historia. Y, además, no era la primera vez que los hooligans la habían liado. “Ya se habían visto varios episodios de violencia organizada por parte de aficionados del Liverpool y otros seguidores británicos en desplazamientos europeos”, cuenta Viñas.

Tras Heysel, el fenómeno hooligan aterrizó en las portadas de todos los medios. El debate se abrió no solamente en el Reino Unido, sino en toda Europa, aunque eso hizo que -a modo de espejo- nacieran nuevos grupos violentos en países como España o Francia. En Inglaterra, la primera ministra, Margaret Thatcher, elevó el problema a crisis de Estado y empezó a tomar medidas severas.

La 'Dama de Hierro' quiso terminar con la mala fama que dejaban los ultras fuera del Reino Unido. “Incentivó una política mucho más beligerante contra el fenómeno de la violencia en el fútbol. Infiltró a agentes de Scotland Yard en los grupos y creó un circuito cerrado de televisión en los estadios. Se hizo seguimiento y monitorización de los grupos organizados y algunos de los cabecillas de esos grupos hooligans llegaron a juicio”, explica Carles Viñas.

Pero a veces es peor el remedio que la enfermedad. Señalar tan de cerca y con un foco permanente a los ultras les hizo crecer, ser conocidos, no solamente a nivel local, sino también a escala europea, por lo que otras bandas violentas nacieron y se agruparon alrededor del fútbol, con el deporte de masas como excusa. En la actualidad, la violencia en los estadios está más o menos controlada.

Pero tal y como cuenta Viñas, en el exterior sigue existiendo: “La violencia ha persistido y ha evolucionado. Se ha adaptado al nuevo contexto, con reyertas pactadas fuera de los estadios, como en bosques o áreas de servicio. Todo ha ido cambiando. Ya no estamos en los años 70 o 80, los grupos han sofisticado su comportamiento”.