El puerto de Thór

El 13% de la población de las Islas Feroe son futbolistas federados

Con sus 52.000 habitantes, esta nación perteneciente al Reino de Dinamarca lleva más de un siglo viendo el balón correr entre campos y colinas

El Havnar Bóltfelag, uno de los históricos de las Islas Feroe

El Havnar Bóltfelag, uno de los históricos de las Islas Feroe / @hbtorshavn

SPORTbyPanenka

El 13% de la población de las Islas Feroe son futbolistas federados. Del resto, pocos son ajenos a este deporte. Con sus 52.000 habitantes, esta nación perteneciente al Reino de Dinamarca lleva más de un siglo viendo el balón correr entre campos y colinas. La capital, Tórshavn (literalmente ‘puerto de Thor’, poderoso dios nórdico armado con un martillo), situada en la mayor de las islas del archipiélago, Streymoy, albergará mañana el derbi de la capital, que enfrenta al Havnar Bóltfelag y al B36.

La temporada da sus últimos coletazos antes de entrar en hibernación. Con el KÍ ya campeón, los dos conjuntos de Tórshavn piensan en Europa. El HB tiene ya en el bolsillo un lugar en la próxima Conference League, mientras que el B36 debe aún asegurarse su puesto en la tercera competición continental.

Sin la tensión de un título en juego, el partido es una nueva ocasión para reivindicar el peso de la capital en la construcción de la cultura futbolística de un país que, aun en plena era de la sobreinformación, sigue estando revestido de tópicos.

“Comparado con otras zonas del norte que he visitado, como el círculo polar ártico en Noruega, Feroe tiene un punto más de salvajismo. Vi sitios de Feroe que eran auténticos pueblos abandonados. Una sensación de novela de Stephen King”, cuenta el periodista Marcos Pereda, que visitó el lugar en 2020, durante la época de invierno, cuando no hay turistas y el viento se conjura con la humedad para calarte los huesos.

“Es el sitio en el que más frío he pasado en mi vida”, relata. En su mirada de reportero estaba la búsqueda del fútbol local, pero no tuvo que escarbar para encontrarlo. Como sus ovejas y frailecillos, este simplemente aparecía. “Hay campos de hierba artificial en todos los pueblos. En puntos imposibles, como al borde de acantilados. Casi todos son muy pequeñitos, y tienen una grada cubierta, por pequeña que sea, porque llueve mucho. La temperatura no es tan baja como se puede suponer, pero el viento que corre es criminal”, explica el escritor.

El HB fue el tercer equipo que se fundó en el país, en 1904. La vida era dura y el aislamiento lo rompían escasas rutas marítimas. Así que el fútbol, exportación danesa y británica, se convirtió en una manera de agregar sentido a la existencia de los esforzados trabajadores. El HB usó el balón, además, para echarse a la mar. En 1910 fue pionero al jugar por primera vez en el extranjero.

Ese espíritu aventurero sería una de sus señas de identidad: de una de sus expediciones posteriores, a la ‘vecina’ Islandia (a 630 kilómetros), volvieron con un trofeo que en 1955 pasaría a ser la Copa de las Islas Feroe. No está mal que la trajeran ellos mismos, puesto que nadie la ha alzado más veces (28). Ocurre lo mismo con la liga: iniciada en 1942, el HB la domina con 24 títulos.

El B36, fundado en 1936 y con una sala de trofeos más modesta (once ligas, siete copas), ha estado siempre condicionado por su vecino: lo crearon jóvenes que no tenían sitio en el HB, y pronto pelearon por el uso del campo de Gundadalur, que no tendrían más remedio que compartir. La nueva rivalidad prometía, y el B36 empezó fuerte, siendo campeón nacional con solo una década de vida.

Pero a partir de los 60, coincidiendo con el auge del HB, se cayó de la pelea, con más de un cuarto de siglo de sequía y algunos descensos a segunda. El derbi tal y como hoy se vive en Tórshavn es, por lo tanto, un fenómeno moderno, recuperado en los 90 con la reconstrucción del B36 y el aterrizaje de las Feroe y sus entidades en el fútbol UEFA.

Un estadio, dos gradas

Los viejos campos del país eran de tierra. Jugar sobre hierba era inviable, ante la imposibilidad de retener la abundante agua que cae, corre y se entierra en su suelo. La salvación llegó con el césped artificial, junto con unas instalaciones modernas que no sorprenden: en su reverso ‘civilizado’, Feroe aparenta riqueza.

El estadio que albergará el derbi, heredero de un recinto de 1911, es pequeño y peculiar. En el lateral coexisten dos graderíos separados. En uno, los colores rojizos del HB; en el otro, el blanquinegro del B39.

Alrededor, un ambiente de fútbol regional, muchos niños, y un tono relajado en la superficie. La procesión va por dentro. Andy Mitten, hoy periodista de The Athletic, hablando sobre su experiencia en el duelo de Tórshavn, documentada en su libro Mad for It, lo resumió así: “Feroe fue el único lugar en la que se me encalló una entrevista”. El HB había perdido 6-0 y a su capitán se le pasaron las ganas de hablar. Sus palabras, no hay duda, se las llevó el viento.