Nasser, el respeto no se compra con dinero

Neymar y Al-Khelaïfi, durante un entrenamiento

Neymar y Al-Khelaïfi, durante un entrenamiento / AFP

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Nasser Al-Khelaïfi perdió los papeles en el Bernabéu, donde Benzema destrozó en solo diecisiete minutos su último proyecto megalómano. El mundo árabe (perdón, quienes tienen todo el dinero y el poder en el mundo árabe) lleva tiempo queriendo conquistar Europa por la vía del fútbol.

El jeque Mansour bin Zayed bin Sultan Al Nahayan y sus ocho apellidos emiratíes es dueño del Manchester City, la joya de la corona de una colección de clubs que incluye el Melbourne City, el New York City y el Montevideo City Torque. El Newcastle fue recientemente comprado por Mohammed bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudí, cuya familia posee una fortuna de 320.000 millones de euros. Tienen tanto dinero que, si quisieran, podrían comprar la FIFA y la UEFA (wait…) y poner a Infantino y a Ceferin a servir cafés. Serían los camareros mejor pagados del mundo. Tienen tanto dinero que pueden comprar todo aquello que se puede comprar, pero, afortunadamente, aún hay cosas que no se pueden comprar. Todo llegará. Mientras, la llegada de estos clubs asociados a un estado ha transformado el ecosistema en el que, mejor o peor, convive el fútbol. Pero como todo en la vida, las cosas se pueden hacer bien o se pueden hacer mal.  

A la espera de cómo evolucione el Newcastle, el City optó por situarse al nivel de los transatlánticos europeos intentando evitar el conflicto, pero con un crecimiento poco higiénico (con Guardiola en el banquillo superan de largo los 1.000 millones en fichajes y fue sancionado por la UEFA por incumplir con el Fair Play financiero, pero su oferta a Haaland es prohibitiva para quienes no tienen un estado detrás). Por lo menos intentan mantener las formas, todo lo contrario que Al-Khelaïfi, que entró en Europa como lo haría un elefante en una cacharrería. Lo suyo no son pasos adelante, son pisotones de desprecio. Pagó 222 millones por Neymar y rechazó una cifra similar por Mbappé, saltándose todas las normas no escritas de una industria que no entiende ni pretender entender. Si pudiera, reuniría bajo la Torre Eiffel a Pelé, Best, Cruyff, Maradona y Messi. Lo que no comprende es que ni esa constelación garantiza esa Champions que le obsesiona. Aunque ayuda, los títulos en el fútbol ni son hereditarios ni se compran con dinero. La gloria se gana sobre el césped. Y es ahí, con el balón rodando, donde sus indecentes cuentas corrientes valen tanto como para él la palabra respeto. Nada.

El respeto es lo que, arrollando al PSG, se ganó el Madrid de quienes aman el fútbol porque, rivalidad al margen, hasta un culé como el que escribe, digerido el enfado, se levantó para aplaudir a su gran rival.