Opinión

Laporta ejerce en soledad

El presidente del Barça es tan fiel a quienes son leales con él como quienes se mantienen leales a él son fieles a sus cargos

Joan Laporta, presidente del FC Barcelona

Joan Laporta, presidente del FC Barcelona / AP

Existen dos tipos de asesores, consejeros o círculos cercanos alrededor de quien manda: los que van con sus ideas hasta las últimas consecuencias y los que van con sus ideas mientras sus ideas no tengan consecuencias. Laporta se ha rodeado de los segundos. El presidente del Barça es tan fiel a quienes son leales con él como quienes se mantienen leales a él son fieles a sus cargos. La traducción callejera de toda esta trama hace más sencilla su interpretación: tete, aquí estamos para lo que haga falta, pero los marrones te los comes tú. 

Y Laporta, marrón a marrón, en parte porque así lo ha querido por su escasa tendencia a delegar, sigue indigestándose de marrones que le pertenecen y de otros generados de forma interesadamente espontánea desde su supuesta zona de confort. A estos niveles, vale mucho más quien tiene la libertad de presentar su dimisión que quien lo único que busca es cobijarse bajo el ancho paraguas de quien manda para que la tormenta, que siempre llega, no le cale hasta los huesos.

El Barça es un club capaz de convertir en un sainete la continuidad de un entrenador con contrato en vigor. Cuando Xavi decidió que se iba, al día siguiente (metafóricamente hablando) Laporta y Yuste ya le estaban pidiendo que volviera a pensárselo. Tanta fue su insistencia, prolongada en el tiempo, que acabaron logrando su objetivo y Xavi dio marcha atrás. Por supuesto, la rección del equipo, ver que el vestuario no solo cree en él de palabra, sino que además lo demuestra sobre el césped y en cada entrenamiento, acabó de decantar la balanza. De hecho, ese ha sido, sin duda, el factor más determinante. “Si el club y los jugadores quieren que siga, ¿por qué no lo voy a hacer?”, debió pensar.

¿Todo el club? No, todo el club no. Como decíamos, en toda guerra hay ganadores y perdedores y en esta también los ha habido. Algunos de ellos habían hecho planes pensando en un banquillo sin el egarense, al que han desgastado desde dentro de forma continuada, pidiendo incluso su cabeza. También la erosión interna empujó al técnico a decir basta. Y cuando daban por hecho que Xavi no tenía ninguna opción de seguir ni aunque lo hubiera pedido de rodillas, Laporta volvió a demostrar quién está al mando. No manda el director deportivo, que ha tenido poca voz y menos voto en este asunto, ni tampoco quienes forman la comisión deportiva, ni mucho menos la junta directiva. En el Barça manda su presidente, Joan Laporta, y es él quien pone o quita entrenadores y quien acepta o no acepta renuncias. Joan Laporta ha asumido que los marrones son para él; al resto tienen asumido quién manda