Una cláusula para Luis Enrique
De momento, no. Nada nuevo. Costó la primera renovación -cerrada tras el triplete del 2015- y va a costar la de ahora. Como antes sufrieron por las de Pep Guardiola. Aunque para muchos mortales suene a cuento chino (porque cada uno sabe lo que tiene en casa) el banquillo del Barça se lleva por delante la tranquilidad de quien decide ocuparlo con la profesionalidad que exige un sueldo tan extraordinario como el que recibe. Así se entienden los cambios físicos que experimentan en tan poco tiempo los entrenadores azulgrana. El modus vivendi de los técnicos de antaño nada tiene que ver con la realidad actual y la presión se lleva media vida. La aparición de entrenadores que mejoran cada día la profesión a base del estudio ha elevado el nivel general hasta provocar la reacción del sector: o te pones al día o desapareces del círculo de los privilegiados. Luis Enrique no es ajeno a la transformación. Ya le sucedió a Guardiola. Veremos. Nada que objetar a nivel individual. Es su decisión. Y, al final, su vida.
Otra cosa es el Barça y el modelo de club. En este sentido, una cuestión positiva y otra, negativa. La positiva: a pesar de que de vez en cuando el argumento aparece la realidad demuestra que los resultados ya no marcan el destino del entrenador. No sólo los directivos sinó también el aficionado sabe que la cultura de fútbol azulgrana no permite locuras ni en la elección ni en la destitución del entrenador. ¿Y la cuestión negativa? Que en el modelo directivo todavía queda mucho por hacer. Nunca un entrenador debería condicionar el trayecto del club. Nunca jamás. El vicepresidente Jordi Mestre habló no hace mucho de afrontar la renovación del técnico en enero o febrero. Después fue el presidente Bartomeu quien dijo aquello de “cuando él quiera”. Y, efectivamente, será cuando Luis Enrique decida.
La falta de autoridad del Presidente y su Junta sobre el entrenador deja el Club a expensas del asturiano. El modelo es el que es pero, como todo, se puede -y por honestidad, se debe- mejorar. Ha pasado en el césped y debe hacerlo en los despachos. Tal vez en el futuro más inmediato, en el siguiente contrato de Luis Enrique o en el de su sustituto, una simple cláusula podría solucionar esta irregularidad. El Bayern le dio tiempo a Guardiola hasta diciembre. Tuvo que decidir cuando al Club le interesó. Dijo no. Al día siguiente, Carlo Ancelotti estaba fichado. Y a partir de ahí, ya saben, la Dirección Deportiva, de acuerdo con el nuevo técnico, cerraron descartes y fichajes. En el Camp Nou, a salto de mata. “Como somos el Barça, todos a nuestros pies”. No. Esto ya no funciona así. Si te duermes, llegas tarde. Y llegar tarde es peligroso. Esperar que después llegue Messi y lo solucione todo puede empezar a ser un problema.
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