Opinión

¿Afición al Barça o cachondeo turístico?

La ola en Montjuïc cuando el Barça empataba 2-2 con el Valencia fue un 'espectáculo' de vergüenza ajena que debe llevar a la reflexión

Una imagen del Barça-Valencia disputado en Montjuïc

Una imagen del Barça-Valencia disputado en Montjuïc / Valentí Enrich

Vaya por delante que las 30.617 personas que desafiaron las inclemencias metereológicas para subir (la mayoría sin transporte propio) la montaña de Montjuïc son unos valientes. Aunque fuera la peor entrada de la temporada tuvo mucho mérito, y más teniendo en cuenta que el Barça ya no lucha por el título liguero.

A nadie se le escapa que el Barça es uno de los principales reclamos turísticos de la ciudad y que incluso está incluido en muchos packs que se contratan desde los países de origen ver un partido del cuadro azulgrana. Es, además, una fuente de ingresos y hasta aquí todo bien. Seguro que muchos aficionados, fuera o no en plan turístico, tuvieron un quebradero de cabeza cuando a solo una semana para la hora fijada del partido contra el Valencia les cambiaron el horario y se pasó de jugar en principio el sábado a las 14.00 horas a el lunes a las 21.00. Encima, cayó una tromba de agua para recibirles...

Pero, qué quieren que les diga, dicen que el fútbol es la cosa más importante de las menos importantes y lo que ocurrió el lunes en Montjuïc, en un momento de la segunda mitad, fue de vergüenza ajena.

El Barça empataba 2-2, estaba encallado en busca del tercero pese a jugar con un futbolista más tras la expulsión de Mamardashvili, y de repente, se activó una ola que fue recorriendo las gradas del Olímpic, sobre todo por el lateral.

El fútbol, como todo en la vida, va cambiando y afortunadamente, la gente ya no acude como antes a los estadios en plan de gritar y de indignarse continuamente con el rival o con el arbitraje. Pero me parece imposible pensar que un aficionado de verdad del Barça, que está sufriendo porque la victoria no llega (aún no había aparecido Lewandowski en toda su dimensión) se ponga a hacer la ola como si su equipo estuviera goleando 4-0 o se disputara un amistoso.

Es muy sintomático, y al final, la consecuencia de una serie de acciones. Primero, que Montjuïc no es el Camp Nou y al ser menor el aforo, se detecta más la presencia de turistas. Y más en un partido en el que muchos abonados optaron por quedarse en casa a causa de la lluvia, el frío y el viento.

Segundo, la irrefutable realidad de que apenas 17.000 abonados decidieron no fallarle al equipo y recorrer juntos la travesía en el desierto de Montjuïc. Una cifra muy baja, pero cada uno tiene sus razones, también los que decidieron acogerse a la excedencia. Muchos de ellos piensan que no les compensa que se les cambie de asiento en cada partido o tener que avisar como máximo seis días antes de su asistencia.

Y tercero, el desorbitado precio de las entradas, si bien es cierto que hay promociones y descuentos para los socios.

Sea por los motivos que sea, la imagen de una grada (o parte de ella) haciendo la ola en un partido que va empatado, por mucho que Xavi lo vea "positivo" (o así lo declare en rueda de prensa) debe hacer reflexionar. Porque se podrá ganar en ingresos y en reclamo mundial, pero perder la esencia del fútbol, la de sufrir por tu equipo, la de celebrar o indignarte cuando toca, a la larga, puede ser mortal de necesidad.

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