Querer es dejar marchar

Xavi puede tirar de Piqué ante Osasuna en el que será el último partido del central blaugrana

Xavi puede tirar de Piqué ante Osasuna en el que será el último partido del central blaugrana / JAVI FERRANDIZ

Rubén Uría

Rubén Uría

No quería ser futbolista. Quería ser jugador del Barça. Creció haciendo realidad sus sueños, en el club del que es hincha, brilló con intensidad en la cantera, debutó en el primer equipo, se convirtió en uno de sus capitanes, fue leyenda de la selección, escaló hasta el olimpo legendario del club y se despidió de la que siempre será su casa con el afecto de 92.000 personas.

Azote del madridismo y orgullo culé, Gerard Piqué se fue antes de que le echasen, por sorpresa, sin previo aviso a directiva y compañeros, con un cruce final ‘marca de la casa’: con elegancia y sin los tacos por delante. Se desplegó una lona en su honor (‘Sempr3’), sus compañeros calentaron con el nombre de Gerard en las camisetas, se proyectó un vídeo con sus mejores imágenes, jugó el partido, tomó la palabra y después completó una emocionante vuelta de honor ante un público entregado.

Sin rencores, sin facturas por cobrar. Piqué no estaba para retirarse del fútbol, ni para ser el quinto central, ni para dejar el Barça a mitad de temporada, ni para retirarse de la selección cuando así lo decidió. Si no estaba donde quería estar, si no era como él quería, adiós y gracias. Unido sentimentalmente al Barça desde que era un niño, Gerard ha disfrutado con intensidad de ese amor.

Y como nada es para siempre, por fidelidad a esos colores, ha tenido que dar un paso atrás para, en el futuro, poder dar dos hacia adelante. Si el fútbol es el mejor relato de la vida, Gerard no ha querido sufrir el orgullo de haber sido y el dolor de ya no ser. En un amor así, no tenía sentido consumirse entre pitos, reproches, egos y dineros. Era difícil irse, pero era peor quedarse y hacerse daño.

Piqué juró amor eterno y el barcelonismo le ha querido de manera incondicional. A tiempo, a destiempo y todo el tiempo. Piqué interiorizó que, a veces, querer es dejar marchar. Y la afición del Barça ha entendido que quizá no puedan quererse más, pero sí quererse mejor. Gerard Piqué, ‘Piquembauer’, ha sido, es y será único.

Cuelga las botas el mejor defensa de la historia del club, uno de los mejores que haya dado este deporte. Tenía lo mejor de los mejores: la sabiduría de Baresi, el temple de Bobby Moore, la rebeldía de Krol, el juego aéreo de Ramos, la fuerza de Puyol, la garra de Maldini y la elegancia de Beckenbauer. Jugaba con esmóquin.

Piqué era fragancia La Masia, vivía anticipándose, brillaba a campo abierto, era imponente al cruce, tenía alma de delantero y una salida de pelota imperial. Su recuerdo será inmortal, su amor seguirá siendo eterno y su barcelonismo permanecerá intacto. En la colección eterna de la vida, el cromo de Piqué jamás estará ‘repe’ en el álbum del socio. Querer es dejar marchar.