La autogestión del fútbol alemán, una envidia

El grado de intervencionismo y de regulación entre la economía de las ligas varía según el país

El fútbol alemán es un ejemplo de sostenibilidad económica entre sus clubes

Julian Nagelsmann, seleccionador de Alemania

Julian Nagelsmann, seleccionador de Alemania / EFE

Marc Menchén

Marc Menchén

La regulación llega normal, o especialmente, cuando los actores implicados no son capaces de hacerlo de forma autónoma. También en el fútbol, donde el grado de intervencionismo y de quién lo impone varía. Tenemos LaLiga, donde ha sido la propia competición la que ha creado una serie de mecanismos y reglas para asegurar que los clubes cumplen a nivel económico y no hay riesgos de desapariciones.

Está Reino Unido, donde esa falta de voluntad del sistema parece que probablemente será suplida por un regulador independiente promovido por el Gobierno británico, y luego están Italia, Francia y Alemania, donde todo está en manos de los clubes, aunque con resultados muy dispares.

El fútbol alemán ha vuelto a demostrar esta última semana que la regulación y el férreo control sólo hace falta cuando no existe el convencimiento en el seno de los equipos gestores. Allí, sin necesidad de que nadie les tenga que decir que es importante la sostenibilidad económica, cerraron un 2022-2023 de récord: 27 de los 36 equipos que jugaron en Primera y Segunda División lograron cerrar el ejercicio en beneficios, con un total de 42,1 millones de euros.

El resultado deja atrás las pérdidas soportadas durante la pandemia, irremediables en una liga donde los aficionados generan el 13% de todo el negocio, con 703,1 millones de euros en 2022-2023.