La historia (no contada) del fichaje de Oriol Romeu
El Barça estaba dispuesto a pagar una cantidad superior a la que marcaba su cláusula de rescisión
La cerrazón del Girona hizo cambiar los planes del club y fue Romeu quien forzó un acuerdo amistoso
A la buena gente del Girona, club y aficionados (no todos, obviamente), les ha dado por convertir al Barça en el monstruo de las siete cabezas. Unos lo han imaginado con la testa de león, otros de dragón y algunos incluso de rata... Han querido convertir al club blaugrana en el malo de una película que, precisamente, ha sido eso, una película de ficción basada en hechos irreales.
Si Oriol Romeu está hoy en el club que le vio crecer cuando en el Espanyol le hicieron la vida imposible es, precisamente, porque él ha querido. Nadie ha obligado al de Ulldecona a vestirse de blaugrana porque Romeu tenía contrato con el Girona y eso no es lo mismo que ser propiedad del Girona, porque las personas no pertenecen a nadie.
De hecho, el Barça ha ido, desde el primer minuto de este film que algunos han catalogado de terror, de cara. Sin esconder su deseo de contar con el futbolista a quien debía comunicarlo, el director deportivo de los rojiblancos, Quique Cárcel. Y este capaz ejecutivo, consciente de que no había nada que pudiera hacer cambiar el final del film, se puso manos a la obra, capaz y eficiente, para buscar un sustituto, que es lo que hacen los profesionales.
El problema es que, ajeno a él, hubo quien empezó a vender las maldades de una entidad, el Barça, convirtiendo al club en una especie de señor feudal que expolia a sus siervos, en este caso otro club catalán como el Girona. Y nada de eso ha ocurrido.
De hecho, si los de Montilivi hubieran querido, habrían obtenido más dinero por Oriol Romeu, cuya cláusula era muy menor a los ocho millones de euros que el Barça llegó a plantearse pagar. Tan rocambolesca es una historia que nunca debió llegar a este desenlace que ha sido el propio Oriol Romeu quien ha puesto, de su bolsillo, el dinero necesario para que la operación no acabara cerrándose con el pago de la cláusula, lo que se entiende como una salida no amistosa.
En fútbol, como pasa muchas veces en la vida, el pez grande se come al pequeño, pero es que, aquí, no hay peces grandes ni pequeños, sino la voluntad de un futbolista de 31 años de regresar al club en el que siempre ha soñado jugar tras una temporada (UNA) extraordinaria en el club que le ha permitido estar cerca de los suyos tras una década lejos de casa.
Todo era mucho más sencillo de cómo ha acabado desarrollándose, pero en este deporte cada día hay más intereses cruzados, enlazados, liados y, valga la redundancia, interesados. Y tanta gente necesita marcar paquete que complican aquello que debería ser tan sencillo: ¡Ei Girona!, ¿cuánto pides por Romeu? Tanto. Hecho. Gracias. Gracias. Adiós y bentornat a casa, Oriol.
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