El fútbol como salvación

Las historias de Eduardo Camavinga, N’Golo Kanté y Rio Mavuba: de no tener nada a voltear la vida gracias al deporte

Los tres fueron hijos de familias migrantes que trabajaron duro para abrirse paso en Europa

Camavinga, ante el Espanyol

Camavinga sacó a su familia de la pobreza gracias al fútbol / EFE

Adrià Soldevila

Adrià Soldevila

Llegar a triunfar en el mundo del fútbol nunca ha sido fácil. Miles de niños y niñas juegan a este deporte en una misma ciudad; de estos miles, solo unas pocas decenas llegan a formar parte de la cantera de un club profesional; y de estas pocas decenas, solo los tocados por una varita son los elegidos para debutar en el primer equipo.

Los datos son palmarios: solamente llegan a pisar el césped de un estadio de Primera División un 0,05% de los federados, es decir, uno de cada 1.800 jugadores. Todos ellos sueñan con ser el nuevo Leo Messi, pero es prácticamente imposible ni siquiera enfundarse la camiseta del club de una pequeña ciudad de 50.000 habitantes como es Vila-real.

Sin embargo, en el fútbol amateur también existen las clases sociales. Hay quien lo tiene mejor y hay quien sufre para poder practicar a un deporte universal. Las botas no son baratas y las inscripciones, según para qué personas, significan una barrera perversa e insalvable. No todo el mundo dispone de las mismas condiciones económicas y sociales ni de las mismas posibilidades para dedicar tiempo libre a jugar.

Pero hay quien, con un esfuerzo ingente, ha llegado a levantar incluso una Champions League. Los dos casos más recientes son Eduardo Camavinga y N’Golo Kanté, centrocampistas del Real Madrid y el Chelsea, respectivamente. Su vida no se asemeja, ni de lejos, a la de sus compañeros de equipo.

Eduardo Camavinga

“He tenido que escapar de una guerra y eso me ha podido ayudar. Pero, sobre todo, mi familia me ha ayudado. Cuando juego, lo hago por ellos. Todos estos problemas me han hecho más fuerte”, declaró el medio francés en su presentación con el Real Madrid.

Camavinga nació en noviembre de 2022 en Miconge, una comuna al noroeste de Angola, un territorio fronterizo con dos países: la República del Congo y la República Democrática del Congo. Precisamente, el año de nacimiento de Camavinga coincide con los últimos coletazos de la Guerra Civil Angoleña, que se venía fraguando desde 1975, aunque el país tardó mucho más tiempo en desarmarse y en ver terminar los conflictos menores que acabaron también con decenas de vidas. El jugador del Madrid nació en un campo de refugiados después de que sus padres lograran escapar del epicentro del terror.

Decididos, emprendieron otra fuga. En 2003, cuando Eduardo tenía solo un año de vida, la familia emigró a Francia. Con sus padres y sus cinco hermanos, Camavinga aterrizó en Lille, pero pronto se marcharon a Fougères, una pequeña localidad bretona de 20.000 habitantes en la que, tras años de esfuerzo, volvieron a sufrir otro contratiempo: la casa se incendió y lo perdieron todo.

“Estaba en el colegio y por la ventana veía a los bomberos pasar. Al final de clase los profesores se acercaron a mí y a mi hermana pequeña y nos lo contaron. Nos vino a buscar mi padre y nos llevó hasta allí, estaba todo destruido, todo quemado”, explicó el mismo jugador en una entrevista con la ONG Acnur.

Con la ayuda de los servicios sociales y a través de una colecta, los Camavinga pudieron tirar adelante. Fue en Fougères donde el campeón de Europa empezó a dar patadas a un balón, pero su crecimiento llegó tras una llamada del Rennes. A los once años le ofrecieron participar en un campamento de verano y de allí ya no se movería hasta superar todos los récords de la entidad: fue el jugador más joven en firmar un contrato profesional, a los 16 años; el más joven en debutar en primera, el goleador más joven y, como colofón, el jugador internacional más joven con la selección francesa en los últimos 50 años. El resto ya es historia.

N’Golo Kanté

Al centrocampista del Chelsea también le acompaña una dura historia de superación. Él nació en París en marzo de 1991, pero sus padres emigraron de Mali para dejar atrás una vida desventurada. Con sus ocho hermanos crecieron como pudieron en el suburbio de Ruieil-Malmaison, con la madre dedicándose a la limpieza y su padre recolectando basura y chatarra hasta su temprana muerte.

N’Golo tenía solamente once años cuando el progenitor murió. Siendo el mayor de los ocho hermanos, el que llegaría a levantar la Champions con el Chelsea tuvo que ponerse a trabajar para mantener a la familia, emulando la antigua ocupación de su padre, recolector de basura, a la vez que estudiaba en el instituto.

Su tiempo libre lo dedicaba a practicar el fútbol en el Jeunesse Sportive Suresnes de París. Terminó el bachillerato sin haberse integrado en ningún club profesional e incluso empezó la carrera de contabilidad, aunque en esa etapa ya empezaba a despuntar.

En 2010, con 19 años, fichó por el segundo equipo del Boulogne gracias a la intermediación del presidente del Suresnes, viejo conocido de los máximos responsables del club rojinegro en el que años atrás había brillado un jovencísimo Franck Ribéry.

En el Boulogne ya no tuvo freno. A los tres años fichó por el Caen, con el que ascendió a la Ligue 1, para luego coger un vuelo hacia la Premier League, donde le esperaba el histórico Leicester City de Claudio Ranieri, campeón en 2015-16. En 12 años, desde que salió de París a los 19, lo consiguió todo: convertirse en profesional, jugar en primera división, ganar la Premier League y la guinda del pastel, ser campeón del mundo con Francia y campeón de Europa con el Chelsea.

Rio Mavuba

Este centrocampista, ya retirado, no ha ganado tantos títulos como los dos anteriores. Pero su historia impacta incluso más que las de Camavinga y Kanté.

Mavuba es apátrida, es decir, que no tiene país de origen. Nació en aguas internacionales en marzo de 1984, dentro de una patera con decenas de personas y en un lugar sin determinar de la costa africana cuando sus padres huían del mismo conflicto que golpeó a los Camavinga, la Guerra Civil Angoleña.

Aunque su padre, Mafuila Mavuba, fue futbolista profesional y llegó a jugar el Mundial de 1974 con Zaire -actual República Democrática del Congo-, a Rio no le esperaba un vida de lujos ni bonanza. De hecho, su padre le llamó Rio en homenaje al agua.

El desembarco en Marsella fue tranquilizador para la familia, pero nada iba a ser como esperaban. Los 12 hermanos perdieron a su madre a los dos años de llegar a Francia -ya en Burdeos- y, una década después, a su padre.

Rio se quedó huérfano siendo apátrida, sin papeles y con graves problemas para acceder a la atención médica. “Obtuve la nacionalidad en 2004, con 20 años”, cuenta Mavuba en una entrevista con Acnur. En esa época ya había debutado con el Girondins de Burdeos en la Ligue 1, el equipo con el que empezó a jugar desde muy joven. Sus cualidades hicieron que su carrera deportiva fuera rápidamente hacia arriba, un regalo inmejorable para una familia golpeada por el dolor. “El deporte es una buena manera de olvidar los problemas”, dijo Mavuba.