La Superliga de Florentino, una carta perdedora

Joan Laporta y Florentino Pérez en la edición de la Supercopa de España de 2023

Joan Laporta y Florentino Pérez en la edición de la Supercopa de España de 2023 / JAVIER FERRÁNDIZ

J.Mª Casanovas

J.Mª Casanovas

Florentino está acostumbrado a que en España su palabra es la ley, no en vano es uno de los hombres más poderosos del país. En el mundo de los negocios su potencia económica como presidente de una de las empresas líderes del Ibex, ACS, es incuestionable. En el mundo del futbol se ha convertido en el dueño virtual del Real Madrid, ya que el club funciona como si fuera su propia empresa. Como un día reconoció Butragueño, es un ser superior capaz de influir en los árbitros y de tomar decisiones por los demás.

Está tan acostumbrado al “ordeno y mando” a nivel nacional, que se considera capaz de inventar una competición europea para desmontar la Champions. Los sueños de grandeza y la ambición económica le están traicionando. El rey del Bernabéu no es nadie más allá de los Pirineos. Su poder de influencia y captación entre los clubs europeos es cero. La soberbia y la arrogancia le han llevado a pensar que todo el futbol europeo se rendiría a sus pies y ha sucedido lo contrario. Lanzó la Superliga asumiendo un protagonismo salvador y su proyecto parece condenado al fracaso después de lo sucedido esta semana.

Veinticinco países de la Unión Europea han firmado una declaración de intenciones contra la Superliga y en apoyo de las Ligas Nacionales para proteger y reforzar el deporte solidario basado en valores. Una campaña auspiciada por el presidente de la República francesa, Macron. España es el único país que no ha suscrito el documento con la excusa que hay un proceso judicial abierto en un Juzgado de Madrid. Por cierto, este expediente forma parte de la estrategia de Florentino para salvar una competición que no tiene el apoyo de los principales clubs europeos por mucho que haya modificado el proyecto.

Esta semana en París se ha celebrado también la Asamblea anual de la UEFA en la que se atacó con dureza el proyecto de Florentino y se aprobó aumentar el presupuesto de la próxima Champions en 450 millones. El presidente Ceferin no se mordió la lengua: “Se hacen las víctimas cuando en realidad no son más que depredadores.” El presidente Tebas, aprovechando una reunión de la Liga, echó más leña al fuego: “Los clubs españoles que no jueguen la Superliga perderían un 60% de los ingresos.”

El proyecto de Florentino, por mucho que presuma de financiación y televisión gratis, no convence, los clubs prefieren forzar a la UEFA a mejorar la Champions. Así es imposible organizar una competición paralela que desbanque a la actual. El Barça se mantiene a la expectativa, es el único club que públicamente se ha alineado (hasta ahora) con el Madrid. Pero nadie sabe hasta cuándo, quizás hasta el momento en que Laporta constate que la idea “Made in Florentino” es una carta perdedora. Bajarse del barco antes de que naufrague parece aconsejable. Mejor ayudar a potenciar la Champions y tener buenas relaciones con la UEFA que apostar por una Superliga sin futuro.