Sí queda otra

Toda la celebración de un Mundial histórico para España

Toda la celebración de un Mundial histórico para España / Agencias

Carme Barceló

Carme Barceló

Las auténticas estrellas de este Mundial son las que la llevan cosida en el pecho y el padre de Olga Carmona. Las que brillan están en el campo, en el NO-DO, en las trincheras y en las reivindicaciones que a otras llevaron a renunciar a estar ahí. Las y los que se merecen el cielo y lo que haya más allá son los padres, madres, hermanos, hermanas, amigos y amigas que las han acompañado en este duro camino a la gloria.

Detrás del hilo bordado en la camiseta hay un tapiz de vivencias personales que merecen ser contadas para sustentar aún más este triunfo inapelable. Sé que ellas, las jugadoras, quieren que destaquemos como se logró la victoria deportivamente hablando. Algunos lo hemos hecho y seguimos insistiendo: le han hablado de tú a selecciones con oficio, trayectoria, medios y una sociedad que no precisa besarlas en la boca para reconocerlas. Disputaron un Mundial de ocho sobre diez y una final que rozó la excelencia. Por eso son campeonas, por eso son las mejores y por eso lucen la estrella que así lo reconoce.

Por desgracia, no todos han estado a la altura de su éxito. El presidente de su Federación, con un gesto machista e impropio del cargo que ocupa, ha protagonizado no sólo el hecho más comentado en todos los foros sino que ha mostrado la realidad de la sociedad en la que vive. Una sociedad en la que muchos, por desgracia, normalizan y defienden que un superior le coja la cabeza a una jugadora y le estampe un beso en los labios. “¿Qué iba a hacer yo? Que no me gustó, ¿eh?”, decía Jenni Hermoso en el vestuario.

¿Qué iba a hacer ella? El problema es que puede hacer poco o nada, máxime viendo las reacciones del ‘cuñadismo’ patrio. O sabiendo, como supo, que el mismo superior se había llevado las manos a sus testículos en el palco para celebrar la victoria. O conociendo, como conoce, que su entrenador hablaba de “campeones” y no de “campeonas”. O escuchando como ambos lanzaban puyas a las que decidieron, por principios, quedarse en casa en plena celebración y en la previa. Reivindicaciones fuera de lugar que restaban luz a lo logrado en el césped.

El ruido ha sido lo suficientemente ensordecedor para que Rubiales saliera ayer a pedir disculpas. ¿Lo eran? A mí me sonaron más a justificación que a otra cosa. “Seguramente” era el adverbio que anteponía a la petición de perdón, con el cual lo desactivaba. Ítem más: sumaba a su declaración la supuesta aceptación de Hermoso. Ese “por ambas partes” no es real e implica, de nuevo, a la que poco puede decir. Que ha dicho y que sigue diciendo que no le gustó. “No me queda otra”, asume el presidente de la FEF para publicar este video que le hace más mal que bien. Poco creíble. Muy poco.

Y es que sí que queda otra. Y otra. Y otra más. Porque estas jugadoras no merecen ser opacadas por conductas injustificables, lamentables e inadecuadas. Y porque hay muchos hombres, empezando por mis convivientes, a los que no se les pasaría por la cabeza tomarse semejantes libertades. Y a los que les duele que este logro increíble y este chute de empoderamiento quede ensombrecido durante unos días. Menos mal que ellas se quedan.