Opinión

El corazón y las lágrimas de Laporta

Joan Laporta, en su llegada a Bilbao

Joan Laporta, en su llegada a Bilbao / Javi Ferrándiz

Todos recordamos al joven impulsivo y arrebatador líder del Elefant Blau allá por 2003. El nuevo 'Kennedy', un tipo arrollador, conquistador y tremendamente vital. Un líder carismático y con una atracción y empuje extraordinarios. Ahora, próximo a los 62 años, por mor de la naturaleza, ha perdido muchas de esas virtudes que le convirtieron en el mesías del barcelonismo en la transición del nuñismo al fútbol moderno.

Ya no es ese hombre arrebatador de fácil discurso que engatusaba y conquistaba los auditorios con su verbo fácil. Su don de la palabra le confería la razón en casi todos los debates. Ahora, el actual presidente del Barcelona se contradice y se ve obligado a rectificar pública y privadamente con más asiduidad de la que debería. Su palabra no es una garantía ya y eso es muy peligroso en el mundo societario en el que se mueve. Genera desconfianza. Es capaz de llegar a un acuerdo y romperlo en apenas un guiño de ojos, un suspiro, una respiración prolongada.

Se mueve a impulsos del corazón, por sentimientos, por afecto, lo cual, generalmente no es malo, salvo que sea para tomar decisiones de peso y de calado en las que es más necesaria la cabeza fría y la serenidad que el cariño por las cosas o las personas. Le pierde y le lleva a mostrar sus debilidades más habitualmente que de costumbre.

Apenas pide consejo y asume todo el protagonismo de los pasos a dar. Suya es y será siempre toda la responsabilidad, para lo bueno y para lo malo. Ha dejado de escuchar, virtud extraordinaria y muy necesaria en organizaciones de gran envergadura, u oye pero no parece escuchar. El pater familias del barcelonismo ejerce su papel de manera omnímoda. Es el jefe de la tribu y ejerce fielmente su liderazgo.

Laporta está perdiendo el relato

Laporta está perdiendo el relato y los acontecimientos le están atropellando. En apenas tres semanas ha mostrado muchas debilidades que han dejado en entredicho su gestión y oportunismo a la hora de tomar decisiones. El caso Xavi y la cruel destitución, por el momento y las formas, han debilitado mucho la imagen del presidente del Barcelona. Se puede estar a favor de la destitución o más de un cambio de rumbo en el banquillo, claro que sí, pero no con esos vaivenes casi diarios, esos golpes o arrebatos casi pasionales que convierten la gestión del Barcelona en una telenovela de sobremesa.

Laporta ha terminado apostando fuerte por cambiar el amor en el momento final de su mandato. Despechado, se ha lanzado a los brazos de una nueva experiencia. Y busca volver a seducir al barcelonismo con un giro final muy arriesgado. Se ha equivocado en el tiempo y las formas y lo sabe, pero son el corazón y la pasión del presidente lo que mueve al actual Barcelona, para lo bueno y para lo malo.