La incertidumbre marca el regreso de Boca a la Superliga

Carlos Tevez siendo consolado por su compañero Alexis Mac Allister

Carlos Tevez siendo consolado por su compañero Alexis Mac Allister / AFP

Verónica Brunati

Vuelve Boca a la Superliga argentina, una semana después de la traumática eliminación ante River en las semifinales de la Copa Libertadores, y, por primera vez en mucho tiempo, lo hace envuelto en una enorme nube de incertidumbres a corto, mediano y largo plazo. 

El equipo xeneize, que comparte la punta del torneo local con Argentinos Juniors, visita a Lanús, uno de los escoltas. No habrá hinchas auriazules en La Fortaleza, tal como ya es costumbre en los estadios argentinos, por lo que habrá que esperar al domingo cuando reciba a Arsenal de Sarandí en La Bombonera para conocer el actual estado de ánimo de su gente, pero el partido brindará la primera oportunidad para medir la capacidad de recuperación ante el golpe recibido, un cachetazo que hace tambalear todas las estructuras del club.

Hoy por hoy, nada está firme en Boca. Las elecciones previstas para el 8 de diciembre dejan todas las decisiones institucionales en el aire. El actual presidente Daniel Angelici no puede presentarse para un tercer período de gobierno, y nadie puede afirmar con datos convincentes que Christian Gribaudo, actual secretario general y candidato oficialista, vaya a alzarse con la victoria. 

Gribaudo, como Angelici, son hombres cercanos a Mauricio Macri, quien fue derrotado el pasado domingo en las elecciones generales y no repetirá mandato como presidente de la Nación. La circunstancia abre todas las especulaciones posibles acerca de un eventual regreso de Macri al club que presidió entre 1995 y 2007. Hasta el 8 de noviembre no cierra la inscripción de listas, y el propio Gribaudo se mostró dispuesto a ceder su lugar si el todavía habitante de la Casa Rosada decide volver al punto donde comenzó su carrera política.

Con o sin Macri, y gane quien gane, las nuevas autoridades deberán hacerle frente a una larga lista de definiciones que tampoco pueden demorarse en exceso. Quizás la primera sea renovarle o no la confianza a Nicolás Burdisso, director general del club. El ex defensor del Inter y la Roma tiene un año más de contrato y se muestra dispuesto a cumplirlo, pero si cambian los dueños de la nave es difícil que pueda mantenerse timoneando el fútbol.

El siguiente eslabón es Gustavo Alfaro, el entrenador que centró buena parte de las iras de los hinchas tras la caída frente a River. Primero, por su planteo ultraconservador en el partido de ida del Monumental; después, por la carencia de ideas del equipo en la revancha. Las declaraciones del técnico la noche de la eliminación colmaron el vaso. Alfaro habló de su experiencia en Boca en tiempo pasado y casi rogó por la pronta llegada del final de año “para irme a casa a recuperar mi vida normal”.

Se repitieron en redes sociales las críticas –algunas muy hirientes- contra su capacidad para dirigir un club de la dimensión de Boca, y fueron muchos, incluido un ex jugador como Raúl Cascini, quienes opinaron que debería irse ya mismo, sin conducir el equipo en las seis jornadas que restan para bajar la persiana de 2019.

Antes de la serie contra River, Burdisso quiso renovar el contrato de Alfaro, que vence en diciembre, y el entrenador dijo que “no era el momento”. La oferta está ahora mismo más en el limbo que nunca. Si se va Alfaro, la búsqueda de un sustituto se agregará a la lista de tareas pendientes, con un bonus trackimportante: debería incluir la apuesta por una línea de juego definida, algo que Boca no logra desde hace varios años.

Un escalón más abajo están los jugadores, con Carlos Tevez a la cabeza. El Apache también tiene vínculo hasta el 31 de diciembre, y luego de una nueva frustración en su afán por retirarse ganando la Libertadores, todo hace suponer que no continuará en la Ribera, y tal vez anuncie su retiro del fútbol. Ídolo del club. Tevez pasó de ser tercer suplente a forzar su presencia en el partido ante River, pero una vez más su juego demostró estar muy lejos de ser un futbolista que marque diferencias en el campo. Socio político del presidente Angelici, su futuro parece tener los días contados.

El ex de la Juve no será el único en marcharse. Daniele De Rossi, que llegó con bombos y platillos y apenas disputó un puñado de partidos, deberá decidir si continúa hasta junio o vuelve a Italia, y hay varios anotados para seguir los pasos de Darío Benedetto y Nahitan Nández, los últimos en dejar el equipo en el último mercado. 

Por ese lado no debería haber problemas. Los años de gestión de Angelici demostraron la facilidad del club para resolver compras y ventas en cifras muy elevadas. Durante los dos períodos del Tano en el poder, Boca compró futbolistas por un valor cercano a los cien millones de dólares.

Más asombrosas aún resultaron algunas ventas, como la del juvenil Leonardo Balerdi, transferido al Borussia Dortmund por 18,4 millones de dólares con solo cinco partidos en Primera; o la de Lisandro Magallán al Ajax por 9 millones de euros. El club cerró en julio un contrato con Adidas que le reporta ganancias cercanas a los 15 millones de dólares anuales, y el patrocinio de Qatar Airways le deja otros 6,75 millones de dólares más.

Es decir, que desde el punto de vista financiero las cuentas están en orden. Pero en un club de fútbol mandan los triunfos, y en la Argentina actual triunfar equivale solo a levantar la Copa Libertadores. Boca no lo hace desde 2007y las quejas, las protestas y las frustraciones contaminan cualquier otro tipo de éxito. Contra ellas, a partir de este jueves saldrá el equipo de Alfaro a disputar los últimos seis encuentros de 2019 e intentar defender la punta de la Superliga. Quizás, lo que vaya pasando en cada partido sirva para aclarar un panorama que en estos días aparece tapado por los nubarrones.