Luis Suárez - Leo Messi: dos golazos para la historia

Suárez y Messi fueron los dos protagonistas del partido

Suárez y Messi fueron los dos protagonistas del partido / Valentí Enrich

Toni Frieros

Toni Frieros

Cuando Leo Messi, Luis Suárez o Neymar tienen su día, si están inspirados, no hay rival que se les resista. Tienen tanta calidad, son tan buenos que, juntos o por separados, son capaces de ganar ellos solos un partido.

Anoche lo hicieron. El uruguayo, cuando todavía no se habían cumplido los primeros diez minutos de la contienda, demostró que seguramente es el mejor nueve del mundo. Recogió casi en su propio campo un balón recuperado por Mascherano en una gran anticipación. Y ahí inició una galopada de más de cuarenta metros que nos recordó a las que solía y suele hacer Messi. Se marchó en velocidad, se hizo un autopase ante la entrada de Savic y cuando encaró a Moyà le batió de tiro raso pegado al palo. Una auténtico golazo. De jugada y de ejecución.

Luis Suárez está absolutamente desatado. Lo dicen sus números. Desde que le marcara de cabeza al Real Madrid ha sido capaz de conseguir once goles en doce partidos. Un registro extraordinario. Como también lo es su efectividad ya que solamente ha necesitado decieciseis remates para conseguir esa cifra de goles. El último, en Liga, permitió al Barça seguir soñando con revalidar el título.

Leo no se quedó atrás. Si lo de Luis Suárez fue estratosférico, la obra de arte de Messi no se quedó atrás. Pocas veces le hemos visto rematar tan fuerte y con tanta colocación como lo hizo en el minuto 33. Un zurdazo inapelable que salió como un obús de su pie y acabó golpeando en el palo derecho de la portería de Moyá.

Messi continúa teniéndole cogida la medida al Atlético de Madrid. Ya le ha endosado 26 goles desde que debutara como profesional. Una verdadera barbaridad. Y de haber tenido algo más de suerte en un par de tiros directos, habría aumentado esos registros.

Esta vez no se sumó a la fiesta goleadora el brasileño Neymar, que continúa siendo víctima del excesivo juego duro de los rivales sin que los árbitros pongan remedio para evitarlo. Nadie le protege. Ahora bien, tampoco nadie va a impedir que desaparezca su valentía y su descaro.