Carta abierta a Tadej Pogacar

Con 23 años es el corredor total, el que gana carreras desde febrero

No solo se dedica a pasarse el curso ciclista preparándose para el Tour

Deportividad entre Pogacar y Vingegaard

Deportividad entre Pogacar y Vingegaard / LeTour

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Estimado Tadej, con los Campos Elíseos de París preparados para recibirte como el segundo clasificado de un Tour que ganaste las dos veces anteriores, quería recordarte antes de que subas al podio con tu jersey blanco, que estos últimos días solo se ha escuchado un grito, procedente de ‘Radio Tour’, los que informan de lo que ocurre en la prueba y los primeros, detrás de ti, que se percatan casi de inmediato de tu ofensiva, segundos antes de que lo vean millones de telespectadores. Esa frase se repetía casi cada día en francés y en inglés: “¡Attaque de Pogacar, Pogacar attack!”, que evidentemente no hace falta traducir.

Se perdió la cuenta de las veces que lo intentaste como campeón herido frente a un Jonas Vingegaard al que en ningún caso hay que menospreciar o restarle méritos por ganar un Tour que en su parto te llevaba a ti en el vientre como único aspirante a una victoria que se te ha escapado por un error que cometiste en el Granon.

Y, posiblemente, ese fallo te vendrá bien para que no lo vuelvas a cometer en el futuro, ni en el Tour, ni en ninguna otra parte. Comer y beber es imprescindible para cualquier campeón. No hay un gran astro del Tour que no cometiese ese fallo en algún momento de su carrera. Se recuerda a Miguel Induráin fulminado por una ‘pájara’ en Les Arcs, en 1996, en un Tour, muy distinto al tuyo, y hasta con un ganador danés al que afortunadamente Vingegaard no se le parece en nada. Aquel desfallecimiento del campeón navarro marcó el principio de su fin en la conquista de una sexta victoria en París, que nunca llegó. En tu caso, con 23 años, el futuro es inmenso, en el Tour y en cualquier otra carrera a la que te apuntes.

Porque, esencialmente, hay una gran diferencia entre Vingegaard y tú, y que sin ninguna duda es la que impulsa a escribir esta especie de carta abierta. Porque tú no haces como la gran mayoría de grandes genios de la bici que aspiran a una victoria en París. Esos campeones desaparecen, por lo menos hasta junio, cuando el Dauphiné o la Vuelta a Suiza marcan el camino hacia el podio de los Campos Elíseos. No se les ve ni a finales del invierno ni a principio de la primavera. Y eso es lo que ha hecho este año Vingegaard, dedicarse toda la temporada a preparar el Tour, en silencio, sin hacer ruido, sin llamar la atención y hasta yéndole bien que solo se hablase de tu candidatura. Pero lo realizado por Vingegaard es lo que hacían Chris Froome, Lance Armstrong (dopaje aparte), Jan Ullrich y hasta Induráin. Se tomaban las carreras de primavera como un entrenamiento con dorsal con la mirada puesta en el Tour.

Tú eres distinto. Debutas en el Tour de los Emiratos, porque es la carrera de los jefes que te pagan, y la ganas. Te vas a la Strade Bianche, te escapas a 40 kilómetros de la meta y das una lección de ciclismo y pundonor. Te apuntas a la Milán-San Remo y eres el primero que ataca en el Poggio. Te recomiendan disputar el Tour de Flandes para un primer contacto con los pedruscos y no se te ocurre otra cosa que escaparte en compañía de Mathieu van der Poel para disputar la victoria hasta la misma línea de llegada y acabas entusiasmando a tus paisanos llevándote el Tour de Eslovenia con la sensación de que ni te has despeinado. Y solo una desgracia familiar te privó de correr la Lieja-Bastoña-Lieja, que ganaste en 2021.

Eres, por lo tanto, la inspiración y el respeto máximo a este deporte. Por eso, otro, vencido en el Granon, ya hubiese afrontado el resto del Tour con la careta del derrotado y se habría dedicado a guardar la ropa para acabar segundo en París, sin atacar y sin ofrecer el espectáculo que diste sobre todo en los Pirineos hasta que te derrapó la rueda trasera y llegó el castañazo que puso punto y final a tu duelo con Vingegaard.

Muchos querrían que hubiesen nacido en su pueblo, pero da igual, te respetan como si fueras el mejor de los vecinos y se alegran que la lozanía de tus 23 años te permita aspirar a todo en los próximos años ciclistas con el permiso, por supuesto, de Jonas Vingegaard