Palabra de director

El precio de jugar sin Iniesta

Andrés Iniesta, durante el partido en Balaídos

Andrés Iniesta, durante el partido en Balaídos / sport

Ernest Folch

Antes de jugar en Balaídos, el Barça tenía al Madrid muy tocado, después de perpetrar su cuarto empate seguido jugando a nada: el último tropiezo de Ronaldo y compañía, en casa y contra el Eibar, fue un ejercicio de pura impotencia. Al Barça, pues, sólo le tocaba rematar el trabajo para que estallara una crisis blanca de grandes dimensiones. Sin embargo, el equipo azulgrana se enredó inexplicablemente en su propia telaraña, y terminó ahogado por sus errores inexplicables. Fue definitivamente un acto de sabotaje a si mismo, empezando por una alineación que lo dejaba con un medio campo tan inédito como escasamente productivo, y con una pésima salida del balón. El Celta tardó poco en ver el agujero y descosió al Barça con 3 goles en diez minutos, que lo dejó a remolque el resto del partido. Una vez más, Luis Enrique tuvo que rectificar su experimento inicial, y acertó con la entrada providencial de Iniesta, que evidenció el enorme precio que el Barça tuvo que pagar por jugar medio partido sin él. La irrupción espectacular de don Andrés, unida a la fe y el carácter ganador de Piqué, a punto estuvieron de doblegar al Celta, pero Ter Stegen se suicidó con una maniobra tan estrambótica como innecesaria que reabre el debate sobre su forma de jugar. Porque el problema del portero alemán no son sus errores, que cualquier jugador puede cometer, sino sus aires de suficiencia: parece que a veces juegue como si estuviera por encima del bien y del mal, y la debacle de ayer debería servirle para recapacitar y dejar de pasearse tan alegremente por la cornisa del precipicio. Ter Stegen recibió ayer un duro baño de humildad, pero no fue el único. Busquets estuvo desconocido, Mathieu estuvo superado todo el partido y Neymar y Suárez querieron pero no pudieron.  Y en el banquillo, Luis Enrique no pudo esta vez arreglar con sus cambios acertados su fallido planteamiento inicial, y ya empiezan a ser muchos partidos en los que el entrenador asturiano se dispara un tiro al pie con su alineación. En general, al Barça le sobró soberbia y le faltó humildad. La buena noticia es que Iniesta con su dirección y Piqué con su liderazgo demostraron que el único camino posible para llegar arriba es no créerselo nunca y seguir trabajando. La derrota duele, porque viene después de un festival de regalos, pero si el equipo hace una autocrítica más necesaria que nunca tiene donde agarrarse: el Madrid está al alcance y por cierto con graves problemas. Toca apretar los dientes y seguir.