Desahogarse en el sitio equivocado

Luis Enrique, en un momento delicado

Luis Enrique, en un momento delicado / EFE

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

El 4-0 del Parque de los Príncipes abrió las puertas de par en par del vestuario del Barça. Se intuía una barrera invisible entre técnico y jugadores que, a los pocos segundos de encajar una humillación histórica, supimos que se trataba de un muro, como el que construyó la RDA en 1961. Insalvable. 

Es la misma pared, cimentada en la desconfianza, que Luis Enrique coloca en cada rueda de prensa e, incluso, entre sus colaboradores. Él es así. Por eso el Barça cuenta con un psicólogo en la plantilla, Joaquín Valdés. Y no precisamente para mejorar el rendimiento de sus futbolistas.

Luis Enrique perdió los papeles ante el micrófono de TV3, pero, en realidad, Jordi Grau solo estaba pagando las frustraciones del técnico, incapaz de gritar de esa forma a futbolistas como Andrés Iniesta o Sergio Busquets, que culparon a su entrenador sin que se notara, ni de lejos, un punto de autocrítica.

“Han hecho un planteamiento táctico mejor”, se quejó Sergio Busquets. “La falta de actitud no va con este equipo”, negó Andrés Iniesta. Ellos nunca son responsables de nada. 

Esa es la clave de la mirada desencajada de Luis Enrique al periodista: “No me creo mucho las entrevistas que hacéis después del partido”, culpó a Jordi Grau, la solución fácil para esconder el verdadero problema bajo la alfombra.