Un derbi como los de antes

Leo Messi suele ser la gran pesadilla del Espanyol en los derbis

Leo Messi suele ser la gran pesadilla del Espanyol en los derbis / AFP

Ernest Folch

Hacía muchos años que no se disputaba un derbi tan apasionante. El partido de esta noche no solo promete espectáculo sino que además es decisivo. Para el Barça es el último choque en serio del año, teniendo en cuenta que la vuelta de Copa contra el Hércules se jugará sin el tridente ni Piqué, con permiso especial para avanzar unos días sus vacaciones. Habrá una larga pausa hasta el 8 de enero, y no hay nada más necesario que iniciar este largo paréntesis de 3 semanas con tranquilidad y con las opciones intactas de seguir presionando al Madrid. El Barça llega confiado y recompuesto, tras la exhibición de El Sadar, donde aparcó al menos temporalmente los debates sobre el estilo, comprobado que alrededor de Iniesta el fútbol brota espontáneamente y con la fluidez de siempre.

Pero la novedad respecto a otros años es que el conjunto blaugrana no puede confiarse en ningún momento porque tendrá enfrente el Espanyol más sólido de los últimos años, dirigido por Quique Sánchez Flores, un entrenador que, aunque todavía es temprano para asegurarlo, parece haber encontrado por fin la tecla del equilibrio deportivo en un club que se ha pasado años dando tumbos sin ton ni son. Esta vez, el Espanyol llega al Camp Nou en novena posición, a una distancia del Barça de solo 9 puntos y en su mejor estado de forma de los últimos meses, a pesar de que tiene tres bajas sensibles. La buena salud deportiva del conjunto blanquiazul parece un reflejo de su revitalización institucional, una vez ha resuelto sus graves problemas económicos y ha logrado encontrar la estabilidad con una gestión eficaz. En las últimas décadas el derbi se ha ido descafeinado debido a la gran distancia presupuestaria y deportiva entre los dos clubes. El de esta noche, al menos a priori, tiene un aire como los de antes. Disfrutémoslo. 

EL INCIDENTE DE LOS ENTRENADORES. El único lunar a este apasionante partido ha sido no haber logrado que los dos entrenadores acudieran a la cita tradicional de la foto conjunta. Los rituales están para cumplirlos, y solo falta que se supriman los pocos que quedan. Los protagonistas del espectáculo, por mucho que se quejen, tienen cada vez menos obligaciones con los medios de comunicación: que no sean ni capaces de encontrar un ridículo hueco en su agenda para posar cinco minutos es un síntoma del momento que vivimos.