Leo Messi, el pacificador

Messi, durante el entrenamiento de la albiceleste

Messi, durante el entrenamiento de la albiceleste / V. Enrich

Vero Brunati

Vero Brunati

"Ya estamos en casa".El selfie, hecho un rato después de la llegada de la delegación argentina al hotel Princesa Sofía de Barcelona, muestra a un Lionel Messi relajado y sonriente, podría decirse que feliz. A sus espaldas, a través de una ventana, se aprecia un sector de la ciudad, con el Camp Nou ocupando el centro de la escena.

La foto, difundida el viernes a través de instagram, no debe ser vista como una más, justamente porque se trata de una rareza: el capitán de la selección es muy poco dado a este tipo de expresiones mediáticas. Huye de selfies y semejantes, elude la notoriedad todo lo que puede. Y tampoco puede pasar inadvertido el mensaje. "Estar en casa" es otro reflejo del excelente momento de ánimo que vive el as del equipo ante la cercanía de su cuarto Mundial.

La selección albiceleste ha cambiado muchas cosas respecto a cuatro años atrás. Por supuesto el técnico; también más de la mitad de los integrantes del plantel; pero hay que apuntar el comportamiento del estandarte del conjunto como una de las modificaciones más notables.

Si al Messi de Brasil 2014 lo abrumaba la presión de tener que demostrar; la "obligación", real o ficticia, de "ser Maradona" en una cita mundialista, Rusia2018 lo sorprende en otra fase de su vida, de su juego y de su evolución. Es un Leo más maduro, decidido a asumir en toda su dimensión el compromiso de ser el capitán, el líder, además de la bandera futbolística de Argentina.

La postura, sin duda, tranquilizará un poco a Jorge Sampaoli, quien desde que se hizo cargo del equipo viene echando en falta la presencia de una voz cantante positiva para empujar al grupo e insuflarle los ánimos necesarios para acometer grandes empresas. Este Messi que se incorporó en Ezeiza y se siente en su casa en la capital catalana parece hacerse cargo de ese rol.

Lo demuestra en la cancha, motivando de manera permanente a los más jóvenes, hablando con Manu Lanzini y Maxi Meza, alentando a Giovanni Lo Celso para que participe de manera activa en el circuito de juego. Y también en los medios, cuando llena de elogios a Cristian Pavón, otro de los menos experimentados del grupo. Es un Messi dedicado a descomprimir los nervios de los demás y a pacificar el ambiente.

Por otro lado predica con el ejemplo desde el punto de vista de la preparación. En el entrenamiento de esta mañana, por ejemplo, se quedó efectuando remates desde afuera del área con Nahuel Guzmán como arquero, y le marcó 18 de los 20 lanzamientos". Si hubiera sido por Messi la secuencia hubiese continuado.

Conocedor a fondo de su propio cuerpo, el 10 está trabajando a tope pero con conciencia, equilibrando las cargas en función de lo que necesita y sin sobreexigir a un cuerpo que lleva encima el largo castigo de una larga temporada. Su intención es que su físico alcance el 100% de rendimiento al momento en que el Mundial se ponga en marcha. Pero también sabedor del contexto en el que llega la selección a Rusia, quiere erigirse en el tranquilizante que precisa el entorno para calmar la ansiedad y ganar confianza.

Es otro Messi, muy diferente al chico callado de 2006, al joven desorientado de 2010 y al jugador presionado de 2014. Es un padre maduro que empieza a pulir una madera de líder, hasta ahora desconocida. Posiblemente, no exista mejor cambio posible para el porvenir de Argentina a partir del 16 de junio.