Una final de Libertadores de altísimo riesgo

Las torcidas del Palmeiras y Flamengo se profesan animadversión mutua y se teme que haya enfrentamientos

Los grupos ultras de los dos clubes serán escoltados en su viaje por carretera de más de 2.000 km hasta Montevideo

La torcida del Flamengo está enemistada con la del Palmeiras

La torcida del Flamengo está enemistada con la del Palmeiras / SPO

Joaquim Piera

Joaquim Piera

La final de la Libertadores, que el Palmeiras y el Flamengo disputan este sábado en el Centenario de Montevideo, es potencialmente una bomba de relojería que puede explotar a cualquier momento.

Desde el River Plate-Boca Juniors, de 2018, que acabó como el Rosario de la Aurora y decidiéndose en el Bernabéu, no se vivía una situación tan sensible desde el punto de vista de la seguridad. Hay el peligro real de una guerra de torcidas, en el partido más trascendente que nunca jugaron los dos equipos en su historia

Cuerpos de seguridad de tres países (Brasil, Uruguay e incluso Argentina) y el Ejército brasileño han sido movilizados para evitar que las torcidas organizadas (grupos ultras) de las dos aficiones se crucen en territorio brasileño y uruguayo, en lo que podría derivar en emboscadas. Solo de la parte brasileña hay un dispositivo coordinado de cinco cuerpos policiales civiles y militares, que van desde especialistas en la represión de delitos vinculados a la violencia del fútbol hasta la policía federal de tránsito.

La rivalidad entre los paulistas del Verdao y los cariocas del Mengao ha ido en in crescendo desde que ambos clubes se han ido repartiendo los principales títulos desde 2016. A ello, hay que añadir que las torcidas organizadas de ambos mantienen tradicionales alianzas que aumentan la animadversión: las del Palmeiras están hermanadas con las del Vaco da Gama (rival del Flamengo), y algunos grupos del Flamengo con los del Corinthians (eterno rival de los palmeirenses). 

Ante este caldo de cultivo, la Conmebol y las autoridades brasileñas y uruguayas han preparado un dispositivo sin precedentes en el continente. El principal objetivo es que los grupos radicales, que saldrán de Río de Janeiro y de Sao Paulo respectivamente, no se crucen en ningún momento en un desplazamiento por carretera de más de 4.500 km entre la ida y la vuelta. 

Las sendas caravanas serán escoltadas en todo momento, con dos recorridos predeterminados: los flamenguistas siguiendo la costa del Atlántico y los palmeirenses por la parte del interior. Incluso se ha calculado la hora de salida de los dos convoyes para que no se crucen en su paso por el estado de Río Grande do Sul, el más meridional de Brasil fronterizo con Uruguay. En Montevideo, los ultras solo coincidirán dentro del estadio Centenario separados por un cordón de seguridad gigantesco. 

Y, por si no fuera suficiente, hay que unir un nuevo elemento que hace aún más difícil toda la gestión de la seguridad: las barras bravas del Peñarol están enfrentadas con los radicales de los dos finalistas y ya tuvieron problemas en anteriores ediciones de la Libertadores.