Así era la vida de los remeros en las galeras del Imperio Español: esclavos y encadenados

La vida en los galeones del Imperio Español no era como el cine nos ha mostrado

Remeros en las galeras del Imperio Español

Remeros en las galeras del Imperio Español / SPORT.es

La mayor potencia del mundo entre los siglos XVI y XVII fue España y una de las claves para conseguirlo fue el control que tenían sobre los mares. Para ello, se necesitó un amplio despliegue descomunal de navíos.

Entre estos navíos destacó uno: el galeón español, un modelo de barco característico de España que cubría todas las necesidades de la nación en cuanto a la defensa de sus posesiones. Las galeras eran más largas y estrechas que estos galeones.

Para que las galeras funcionaran hacía falta mano de obra, y encontraron las personas perfectas en los delincuentes que estaban o habían sido juzgados por cometer algún delito. Asesinatos, pequeños hurtos o incluso inquietar a una mujer casada, cualquier tipo de delito era suficiente para ser mandado a las galeras.

El Museo Naval de Madrid expone 25 "Libros de Galeras", en los que quedan expuestos los cientos de delitos por los que una persona podía acabar remando durante el resto de su vida en uno de estos barcos. "En estos libros era donde se registraban la dotación y el personal de una galera, que iba desde los oficiales hasta los esclavos", expone Carmen Terés Navarro, directora técnica de los archivos de la Armada.

«En estos libros quedaban registrados los nombres tanto de la “gente de mar” –la tripulación-, como de la “gente de guerra” -la guarnición militar del buque-. Por otro lado, también se apuntaba a la “gente de remo”, que estaba formada a su vez por los “forzados” –presos sentenciados a penas de galeras por un tribunal-, y los “esclavos", que nunca serían liberados», añade Terés.

La condena de los reos en las galeras solía ser una alternativa que se daba al preso, ya que era una pena durísima, pero como conmutaba una pena de muerte o una pena corporal, amputación de miembros, mucho lo consideraban como una pena menor.

Mandando a los delincuentes a las galeras se conseguían dos cosas: limpiar las superpobladas cárceles y conseguir mano de obra gratuita que propulsara este tipo de buque, que funcionaba casi exclusivamente a remo.

A las condiciones físicas del trabajo, se le unía las malas condiciones higiénicas de la galera. "Estaban encadenados a los remos, con lo cual hacían toda su vida en el banco, desde dormir hasta hacer sus necesidades y comer. Siempre se ha dicho que se sabía que venía una galera por el hedor que desprendía", añade Terés.

Además, los remeros tenían una alta probabilidad de morir en combate: "Al ir encadenados, si el barco se iba a pique, se hundía con los remeros. Nadie solía acudir a salvarles", explica la experta. Si vivían usualmente eran hechos prisioneros por el enemigo.