Corría el mes de febrero. La afición del Barça andaba con la mosca detrás de la oreja después de que el club no solo no hubiera reforzado el equipo tras la baja de larga duración de Luis Suárez, sino que encima se hubiera sacado de encima a Carles Pérez y a Aleñá. Plantilla cortísima para afrontar las tres competiciones que había por delante. Pero se confió en la vuelta de Ousmane Dembélé y en la capacidad de gestión de Quique Setién, que nada más aterrizar ya manifestó que con él al mando probablemente no se hubiera dejado salir a los dos canteranos.

El sustituto frustrado de Dembélé (leer noticia)