Este Tour lo han cambiado

Cunetas desiertas, la tónica de esta edición de la 'Grande Boucle'

Cunetas desiertas, la tónica de esta edición de la 'Grande Boucle' / EFE

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

La televisión engañaba. Parecía que había más gente de la que realmente estaba apostada en las cunetas de Orcière-Merlette, donde, de hecho, bien se podría decir que en la mayoría de los siete kilómetros de subida bo había nadie. Ni siquiera vacas en los prados.

Subir en coche y ver ese paisaje desolador provocaba no solo tristeza, sino que casi entraban ganas de llorar al recordar los tiempos memorables de julio, cuando el coronavirus ni había sido creado, si alguien lo hizo, ni atormentaba a millones de seres humanos en todo el planeta. En julio, el camino hacia la meta se hubiese poblado de miles de personas, con sus caravanas, con sus tiendas de campaña, con las banderas de sus países y hasta con el olor a carne asada para tener el estómago bien lleno antes de la aparición de los astros del Tour.

Ahora la gendarmería corta la carretera y solo permite el paso de los cicloturistas y de los que vayan a pie. Unos autocares escolares conducen a unos cuantos invitados hasta los lugares privilegiados de una meta que aparece con centenares de metros en los que solo se ven vallas. Terrible.

Por si fuera poco, hoy, fue el primer día de escuela en toda Francia, por lo que los niños ya no pueden acompañar a sus padres. También, fue el primer día en el que el uso de la mascarilla era obligatorio en toda Francia, aunque pasando con el coche por los pueblos del recorrido, parece que muchos no se habían percatado de la consigna oficial.

Solo se ve a gente cuando la carrera llega a un pueblo y salen los vecinos. En Sisteron, el lunes, al contrario de lo que habría pasado en julio, cerraron los comercios. Una invitación para que los locales fueran a ver el Tour. Total ya sabían que nadie los iba a visitar. La pandemia lo corroe todo.