Djokovic ganó a Murray en Doha y le envió un mensaje: "voy a por el nº 1"

Tenis

Al final, Djokovic tuvo más resistencia física y psíquica que Andy Murray / AFP

Carlos R. Galindo

Carlos R. Galindo

Partido jugado a cara de perro. Una maratón de desgaste físico y emocional. La final del torneo de Doha disputada este sábado entre Murray, número uno del mundo y Djokovic, segundo en los listados de la ATP, traspasó los umbrales de lo puramente deportivo para adentrarse en aguas pantanosas. Entre el serbio y el escocés hay mucho más que rivalidad. ¿Odio…? Quizá haya algo de eso. Ambos se cruzaron miradas afiladas y penetrantes como cuchillos. El primer duelo de la temporada entre los dos mejores tenistas del momento se resolvió favorablemente para el serbio por 6-3, 5-7 y 6-4.  El pulso tendrá continuidad en el Abierto de Australia, primer Grand Slam del año, que se iniciará el próximo 16 de enero.

Djokovic empezó el partido sobreexcitado. En cada golpe le iba la vida y el rictus de su cara se transformó en la dura expresión de un ‘asesino’ en serie. Murray, mientras tanto, se dedicó a maldecir sus errores a diestro y siniestro  -sobre todo, a su técnico, al que puso a bajar de un burro -. La flema inglesa se fue al garete en mitad de una batalla de nervios. En realidad, fue un duelo entre la adrenalina y la testosterona. En un escenario donde la bilis campa a sus anchas como río desbordado, el serbio se maneja mejor. Es su territorio; un escenario que domina a placer. Ese pulso impetuoso cargado de dinamita finalizó cuando Djokovic rompió el saque de su rival en el séptimo juego del primer set. Con 3-3, ‘Nole’ truncó el servicio de Murray (4-3) que se trastornó  y acabó entregando la manga por 6-3.

Un segundo set alucinante

En el segundo set regresó el tenis intenso, cargado de electricidad,  con largos intercambios de pelotas... Djokovic arriesgó más sobre las líneas y también en la red. Cada cual defendió su saque con acierto (3-3). La igualdad era notoria. Mandaba el respeto que ambos tenistas se profesan. Es obvio que se conocen demasiado. ‘Nole’ miró a la grada y se puso a reir. Poco después, se fue al suelo y golpeó con su cabeza sobre la moqueta azul. Menos mal que solo fue un susto. El serbio tuvo dos pelotas para romper el servicio de su rival. Y se lo arrebató. 4-3. La final se le puso a pedir de boca. Sacaba para ganar. Djokovic quería asaltar el reinado del escocés por la vía emocional. Un golpe de efecto; enviarle a su rival un mensaje claro y diáfano. “Estoy aquí. Voy a por el nº 1; voy a por ti…”. Llegó el 5-3, 5-4…y cuando ya se daba por descontado el definitivo 6-4 surgió el mejor Murray, que se negó a entregarse. Arriesgó más que en todo el partido y propinó los mejores golpes. El vigente campeón olímpico sorteó tres pelotas de partido del balcánico y logró lo que parecía imposible: 5-5. El semblante de Djokovic volvió a mutar en un poste de la luz. Murray salvó su saque (6-5) y se hizo con el de su rival (7-5) para igualar la contienda. Increíble.

El duelo se trasladó a la tercera y definitiva manga. Los cuerpos estaban castigados –y muy cansados- y las piernas de ‘Nole’ parecían acalambradas. En ese nuevo escenario, cada cual mantuvo su saque hasta que en el séptimo, Djokovic rompió el de su rival. Ya con 4-3 en el luminoso se fue hasta el decisivo 6-4 que cerró el torneo. El serbio se reivindicó. Bien hará el escocés en tomar nota de ello. Claro que esto no ha hecho más que empezar… La temporada llega hasta noviembre.