Insigne y Nápoles: amor-odio

El emblema napolitano se marchará a Toronto este verano tras diez temporadas vistiendo la camiseta del conjunto celeste

Aplaudido cuando anotó el penalti que significaba el 1-2 ante el Barcelona, pero mayoritariamente abucheado cuando Luciano Spalletti decidió sustituirle

Insigne celebra un gol en el estadio Diego Armando Maradona

Insigne celebra un gol en el estadio Diego Armando Maradona / EFE

Adrià Soldevila

Adrià Soldevila

Existen pocas aficiones en el mundo tan bipolares como la del Nápoles. Tan respetuosa y agradecida y a la vez tan crítica y agresiva con los suyos. Aclamado cuando el speaker gritó su nombre en las alineaciones, aplaudido cuando anotó el penalti que significaba el 1-2 ante el Barcelona, pero mayoritariamente abucheado cuando Luciano Spalletti decidió sustituirle en los minutos finales del encuentro, Lorenzo Insigne vive sus últimos meses de relación tóxica con los tifosi napolitanos. En junio, cuando termine la temporada, el extremo se marchará a la Major League Soccer para vestir la camiseta del Toronto FC tras toda una vida defendiendo los colores del equipo de su ciudad natal. Ante el Barça, Insigne jugó su último partido europeo con el Nápoles antes de embarcarse en una nueva aventura en América.

Fueron diez temporadas siendo titular indiscutible, desde que volvió a los 20 años de una cesión al Pescara, de la Serie B, un equipazo entrenado por el mítico Zdenek Zeman en el que destacaban jóvenes que acabarían haciendo historia junto a él con la ‘Nazionale’: Marco Verrati y Ciro Immobile. El pequeño extremo sirvió durante diez años, sin marcharse agotado por la presión antes de tiempo, al equipo de su vida. Diez años en los que siempre apareció y en los que mantuvo al Nápoles en competiciones europeas, pese a no conseguir levantar el Scudetto que tantos años lleva deseando la ciudad y que logró ganar por última vez en la temporada 89-90. “Todavía puede irse con un título histórico”, recuerda Enzo a Sport Dossier. Y es que el Nápoles está a dos puntos del liderato de la Serie A. Cae un sol de justicia en la Piazza San Domenico Maggiore mientras hablamos con este aficionado del equipo. Unos minutos antes de iniciar la charla, Joan Laporta y varios directivos del Barça han hecho acto de presencia en la plaza para, posteriormente, acercarse al Bar Nilo, en el que sigue expuesto un mechón de pelo de Diego Armando Maradona, el gran ídolo de la ciudad.

“Nápoles es Maradona y Maradona es Nápoles”, dice Enzo. En la capital de la Campania está prohibido comparar al ‘Pelusa’ con nadie. Para los partenopeos, Messi no existe. Ni Zidane ni Ronaldinho ni Ronaldo. Ni siquiera Lorenzo Insigne que, pese a ser un emblema y aun siendo el último gran napolitano que defiende la camiseta, genera opiniones contradictorias en la ciudad. “Los napolitanos que juegan en el Nápoles siempre son criticados”, cuenta Gennaro mientras nos lleva al estadio Diego Armando Maradona. El taxista recalca que “los jugadores napolitanos no pueden fallar nunca. Los aficionados somos muy severos con los nuestros. Un extranjero o un jugador del norte de Italia puede equivocarse, pero Insigne no, él no nos puede fallar”, aunque está convencido de que el capitán rendirá hasta el último minuto del último partido: “Jugará al máximo nivel, seguro. Él es tan tifoso como nosotros”.

Osimhen e Insigne celebran un gol del Nápoles esta temporada

Osimhen e Insigne celebran un gol del Nápoles esta temporada / AFP

Reflejo en el campo


Los aficionados del Nápoles tienen en Insigne a una parte de su mismo cuerpo en el césped. Vive y sufre como ellos todos los partidos, y por esa razón los fanáticos del equipo partenopeo no le perdonan un mal pase. “Nosotros vivimos en él dentro del campo. Queremos más siempre”, dice Enzo, habitual del estadio que no se perdió el duelo ante el Barça. “Hasta pueden llegarle a decir que da asco, también porque los napolitanos somos un poco envidiosos de la gente que tiene éxito. Él es un campeón y nosotros no”, reconoce el taxista Gennaro, que, a medida que nos acerca al Diego Armando Maradona, va echando de menos a Insigne incluso antes de que se marche. “Le echaremos de menos seguro, no habrá un jugador que rinda tanto como él. Ha luchado mucho por esta camiseta”, comenta.

Pero la ciudad es dura con Insigne y con los jugadores napolitanos que han vestido los colores del conjunto celeste. Se les pide más que a otros, algo que, si el futbolista no está mentalizado, puede significar un golpe duro. Le sucedió a Fabio Quagliarella en la temporada 2009-10. Tras ser uno de los mejores futbolistas de la Serie A, fichó por el Nápoles, el club de su corazón. Pero solamente aguantó un año. Graves situaciones de acoso y amenazas le hicieron bajar el rendimiento deportivo, algo que la afición no supo hasta tiempo más tarde. “Le silbaron durante varios partidos, pero ahora se lo perdonan todo. Sufrió mucho psicológicamente y, sabiéndolo, la gente le aplaude”, cuenta Gaetano, otro taxista que nos acompaña por la ciudad.

A Insigne, la ciudad le respeta, pero a la vez le machaca. Es una relación de amor-odio que nunca cambiará. Lo define a la perfección Enzo: “Es como todas las relaciones que tenemos en esta ciudad. Un día van a la luna y otro día a la basura, esto siempre ha sido así. Los napolitanos somos demasiado pasionales y este estado de ánimo lo transmitimos al fútbol”. Y es que los jugadores no pueden tener una relación normal con Nápoles. El capitán del equipo no puede pasearse tranquilamente sin que lo acosen. “No hay respeto”, dice Enzo. “Es normal que busque algo diferente, un sitio más tranquilo para vivir. Aquí los jugadores no pueden vivir felices, te lo digo con el corazón, no pueden salir a la calle”. Pero no es únicamente Nápoles, es Italia, según coinciden los tres entrevistados. La pasión con la que viven el fútbol supera a los aficionados, a los que les cuesta controlarse. “Totti no puede salir a la calle en Roma, tampoco. No puede ir a ningún lado. En una entrevista durante la peor época del COVID dijo que era feliz porque por primera vez podía caminar por su ciudad tranquilamente”, recuerda Enzo, al que no le cuesta reconocer que, para Insigne, “ser napolitano pesa demasiado”.

La relación entre el jugador y la ciudad no ha sido nunca idílica

Un dibujo de Insigne preside la entrada de La Bodega de Dios, dedicada a Maradona

Un dibujo de Insigne preside la entrada de La Bodega de Dios, dedicada a Maradona / ADRIÀ SOLDEVILA

También es amado. Un dibujo a escala real del capitán del Napoli mira firmemente el gran mural de Maradona. El Quartieri Spagnoli de la ciudad, el barrio probablemente más decadente de Nápoles, es un homenaje inacabable al Diego, que preside la parte más alta de la calle Emanuele de Deo con la pintura más conocida del mundo del fútbol. Incluso Joan Laporta se acercó a visitarla el jueves por la mañana en su paseo turístico por la ciudad. Más de diez metros de altura a la que acompañan fotos, camisetas, pancartas y grafitis en la pared. Uno de ellos, justo al lado de La Bodega de Dios, está dedicado a Lorenzo Insigne. ‘Lorenzo il magnifico’, reza la pared. Aunque por la noche le silben en el estadio, la mañana siguiente ese dibujo seguirá ahí, al lado del futbolista que cambió la historia de Nápoles. “Los napolitanos somos bipolares con Insigne”, dice Gaetano. “Una parte de nosotros le adora y le respeta, mientras que la otra no le perdona nada. Pero no es fácil jugar en tu ciudad, y menos en esta”, admite el taxista, que lamenta que el Napoli no pueda tener a más futbolistas nacidos en la ciudad por la presión y por lo que significa para ellos sufrir el agobiante peso de la camiseta. “Yo no le diré nada malo cuando se vaya, porque siempre ha jugado al 100% y entiendo que no es nada fácil siendo el capitán del Napoli. Ha tenido siempre una presión increíble que ha sabido soportar. Le aplaudiré mucho el día que se despida”, confiesa Enzo.