FCSB - FC Rapid, el otro derbi de Bucarest

Bucarest albergaba, ya en los años 30, una rivalidad entre sus equipos más populares: el Venus y el Rapid

El primero procedía del barrio del mismo nombre y en 1939 constituía, con siete títulos nacionales, el club más laureado del balompié rumano

El Rapid de Bucarest, histórico en la ciudad

El Rapid de Bucarest, histórico en la ciudad / RapidFC

Aitor Lagunas

Aitor Lagunas

Como en muchos otros países del antiguo Bloque del Este, la implantación del comunismo en Rumanía tras la Segunda Guerra Mundial supuso un terremoto en todos los ámbitos de la sociedad. También en el fútbol. Su capital, Bucarest, una de las ciudades más vibrantes de la Europa de entreguerras (hasta el punto de merecer el apodo de ‘pequeño París’), albergaba ya en los años 30 una rivalidad entre sus equipos más populares: el Venus y el Rapid.

El primero procedía del barrio del mismo nombre y en 1939 constituía, con siete títulos nacionales, el club más laureado del balompié rumano. Con grandes apoyos entre las profesiones liberales y la burguesía de la ciudad, el Venus Bucarest supuso un proyecto modernizador y ambicioso. Fue el primer club de su país en jugar contra el Liverpool y en participar en la Copa Mitropa –precedente centroeuropeo de la actual Champions League–, contrató a entrenadores extranjeros (como el húngaro Ferenc Plattko, exguardameta del FC Barcelona) y, algo extrañísimo para la época, apostó por instalar iluminación artificial en su coqueto estadio.

Por muy aficionado/a al fútbol que seas, no te preocupes si el Venus no te suena. Se debe a la misma razón por la que este artículo se conjuga en pasado al hablar de ese club: dejó de existir en 1949, después de que las autoridades comunistas obligaran a todas las entidades deportivas a fusionarse con órganos del Estado (ejército, policía, sindicatos...).

Al Venus le tocó en suerte abrazarse con el Uzinele Comunale Bucuresti, es decir, con la empresa pública de alcantarillado. Aquella unión tan forzada como maloliente apenas duró un año antes de que el engendro resultante dejara de competir. Cuando en 1953 la piqueta demolió su estadio, la historia acabó de tragarse al Venus.

Los derbis eternos

Decíamos que el Venus constituía una de las dos mitades del primer gran derbi de Bucarest. Su contendiente era el Rapid, fundado en 1923 en el barrio de Giulesti y con gran afición entre los trabajadores ferroviarios. El Rapid evitó que su gran rival ciudadano se alzase con la copa (lo derrotó en la final de 1940 y en hasta cinco semifinales) pero no logró sumar ninguna liga antes de la guerra. Nunca estuvo más cerca que en el derbi de 1933.

Si el Rapid vencía en el estadio del Venus se proclamaría campeón. Con 0-1 en el marcador, un centro al área del Venus salió rebotado en un defensa visitante. Aunque el árbitro no decretó nada en ese instante, las protestas del público le llevaron a preguntarle al jugador, quien en un gesto sin precedentes admitió haber desviado el balón con el brazo. El Venus marcó el penalti y el Rapid se quedó sin liga por culpa del futbolista más honesto de la historia.

Lances como este ilustran por qué los duelos entre Venus y Rapid merecieron el apelativo de Eternul derby, que no requiere traducción. Ambos clubes concentraban el grueso de la selección rumana que viajó al Mundial de 1938, peleaban los títulos y representaban a clases sociales antagónicas: burgueses y ferroviarios. Si hoy preguntas sobre el Eternul derby en Bucarest, nadie te hablará del Venus. Ni siquiera del Rapid.

La instauración del comunismo provocó la creación del Steaua, satélite del ejército, y el Dinamo, extensión de la policía: lo habitual en los países del este. Ambos accedieron a primera división de manera digital, no por la tecnología sino porque fueron escogidos directamente a dedo. Luego llegarían los títulos -26 para el Steaua y 18 para el Dinamo-, que suponen dos tercios de todas las ligas rumanas disputadas desde 1951.

Cierto es que la caída del comunismo -que en Rumanía llevó la impronta personalísima y algo kitsch de Nicolae Ceausescu- ha mermado la hegemonía de ambos clubes: ninguno de los dos ha ganado la liga desde 2015, un periodo en el que el Steaua ha perdido el estadio, el escudo y hasta el nombre.

Tras la conversión en una entidad privada, su inflamable y populista propietario, el empresario Gigi Becali, se enzarzó en la imprudente tarea de discutir con el Ministerio del Ejército, que finalmente reclamó el uso de la marca Steaua. Por eso ahora el club se denomina FCSB, un artificio hecho con las siglas del campeón de Europa de 1986.

Lejos de Steaua (o FCSB) y Dinamo, el Rapid sobrevive a la sombra de los dos grandes. Con tres ligas en sus vitrinas, el equipo ferroviario desapareció en 2016. Refundado en quinta división a partir de un filial, este curso ha regresado a la élite. Así, cuando el miércoles salte al moderno Arena Nationala, algo de aquellos derbis olvidados con el Venus saltaran con él.