Vinicius y el diablo que lleva dentro

Es el jugador más denostado en nuestros campos de fútbol, ya sea por el miedo que provoca su fútbol de vértigo o por que nació sobrado de carácter

¡Mbappé rompe el silencio sobre su futuro!

Vinícius discutiendo con Moi Gómez

Vinícius discutiendo con Moi Gómez / Efe

Alejandro Alcázar

Alejandro Alcázar

Vinicius solo hay uno. El brasileño, 23 años, vive rodeado de glamur y polémica. Tiene un carácter demasiado fuerte, es competitivo y exagerado en sus reacciones, lo que le está llevando a ser el jugador más denostado en los campos de fútbol de nuestro país. No hay estadio que deje de pitarlo, no pasa inadvertido, ya sea porque su fútbol da vértigo en el estómago de los rivales o por qué nació sobrado de carácter.

Vinicius protesta a Díaz de Mera

Vinicius protesta a Díaz de Mera / Efe

Nunca pasa inadvertido. Le gusta ser protagonista para lo bueno y para lo malo, y alimenta los encontronazos con los jugadores contrarios, con los árbitros o con las aficiones rivales. Solo el Bernabéu le respeta, aunque no le permite que saque los pies del tiesto y, cuando lo hace, lo reprueba como el empujón que le dio a un rival en el partido ante el Leipzig y que repitió en el siguiente contra el Celta.

EN PERMANTNE SOBRESALTO

Vinicius no tiene término medio. Si le provocan, salta; si le pegan, protesta y si los árbitros le ignoran, se desquicia. Pero no solo se desquicia él, desquicia a su entrenador, a sus compañeros y a sus seguidores, que no saben cómo apagar el fuego rebelde que enciende cuando se siente atacado. “Hay que dejar polémicas y tonterías a un lado”, decía su capitán Nacho tras uno de esos arranques del brasileño.  Vive en permanente sobresalto. Ama el fútbol, pero abraza el riesgo. Un carácter que desorienta a los suyos y que los rivales aprovechan para hurgar en la herida y rebajar su talento con el balón en los pies.

Rudiger separa a Vinicius del árbitro

Rudiger separa a Vinicius del árbitro / Efe

Desde que llegó está en el foco de todos. En su primer año fue objeto de mofas porque no le metía un gol al arco iris. Se inventaba jugadas fuera del alcance del resto, con arrancadas veloces y regates imposibles, pero no las finalizaba fallando pases fáciles, siendo egoísta y con una puntería tan mala que provocaba hilaridad. Era como coger un puñado de arena de la playa e intentar moldear la Venus del Milo.

REPERTORIO INTERMINABLE DE AFRENTAS

Superada aquella tara, los rivales centran sus esfuerzos en anularlo como sea. Y él les abre la puerta de par en par para que entren hasta el fondo de su mal genio. Ahí aparece el peor Vinicius, el que se pone rojo y saca los cuernos, el tridente y le crece la cola. Aparece su diablo para enfrentarse a los rivales, decirles que son de Segunda (Cádiz, Valencia…) o que son muy malos y el bueno es él (Valencia), darles empujones (Celta), mostrarles el escudo de su equipo (At. Madrid), ponerse las manos en las orejas en estadios rivales (Pamplona) o encarar su nariz al otro para desafiarlo. En este sentido su repertorio es amplísimo (las imágenes hablan por sí solas).

Rodeado de jugadores del Cádiz mientras el árbitro lo amonesta

Rodeado de jugadores del Cádiz mientras el árbitro lo amonesta / Efe

Y luego apareció el tema del racismo. Descerebrados que se dejan llevar por el color de la piel o que cuelgan un muñeco de un puente con su nombre para convertirlo en mártir. Una puerta más que utilizan gente despreciable como arma arrojadiza contra el jugador, sin darse cuenta de que escupen a toda la sociedad. Y a sus clubes. Vinicius se ha declarado embajador mundial contra el racismo, lo que le ha provocado el rechazo de ciudades como Valencia. Da lo mismo que se haya demostrado que no declaró ante el juez que culpó a todo el estadio de racista como se encargaron de aprovechar algunos medios locales. Pero no le arrugan y ahí se pierde con provocaciones que alimentan esa leyenda negra que empieza a arrastrar.

LA MALA EDUCACIÓN

Su relación con los árbitros no es mejor. Se siente desprotegido y se enfada con ellos. No se da cuenta de que es el juez del partido con sus aciertos y sus errores, y que la presión que ejerce sobre ellos se acaba volviendo contra él. Son humanos y también se sienten desprotegidos cuando se pasa tres pueblos protestándoles. Suerte tiene de que no haya visto más tarjetas rojas por protestas que irrumpen de lleno en la mala educación.

Vinicius, para su desgracia, no es ejemplo de nada. Ni para sí mismo. Sus constantes polémicas le persiguen por mucho abrazo que le dé Ancelotti como en el último partido de Pamplona. Se lo merecerá cuando rebaje el histrionismo que saca a pasear cada vez que se siente maltratado. Cuando acepte que en su sueldo va la penitencia como cualquier hijo de vecino. Arrastra demasiados ejemplos de su mal carácter que ensucian su bonito fútbol y, lo que es peor, ese escudo que enseña a sus rivales.