El rol y el rock & roll

Robert Lewandowski celebra uno de sus dos goles contra el Real Valladolid

Robert Lewandowski celebra uno de sus dos goles contra el Real Valladolid / AFP

Carme Barceló

Carme Barceló

Suena bien. Muy bien. Aunque algunos se empeñen en dar volumen a ciertos desafinos, la verdad es que la orquesta de Xavi dio un excelente recital en el Camp Nou. Los ‘malos’ de esta película hablarán aún de banda, con todos los respetos por mi parte a estas formaciones plagadas de grandes músicos. Es lo que tiene el respeto que va transformándose en temor cuando un claro candidato al Balón de Oro vestido de azulgrana va sumando goles como soles.

Se hizo la luz en el Estadi y más de 83.000 almas gritaron, cantaron, disfrutaron, se engancharon, agotaron camisetas y ya bordan baberos en casa imaginando la que se avecina. Este público entregado convivió con unos de los suyos calentando en la banda o ni siquiera eso: digiriendo un nuevo rol en el banquillo.

Tan veterano uno en el césped como otros en el banco, lo cierto es que estamos ante una paradoja, un cambio de paradigma y un nuevo ciclo. Lo explicó Xavi ‘clar i català’ en rueda de prensa y no desveló nada que Piqué no supiera porque ha sido con él todo lo transparente que el cargo y la situación le permite. “Fui muy claro. Le dije que el equipo se iba a reforzar, que habría mucha competencia y que no le sería fácil. Nos puede ayudar con otro rol pero dependerá de los entrenadores, de sus sensaciones, de las mías y de cómo compita cuando tenga oportunidades”.

Ya iremos viendo sobre la marcha cuál es el papel de Gerard en esta película. Y el de Jordi Alba, que ve en el Mundial su mejor despedida y tendrá que ganarse entrar en la convocatoria de Luis Enrique peleando en los entrenamientos de la Ciutat Esportiva. Y tampoco allí lo va a tener fácil.

El barcelonismo es agradecido, pero pide marcha. Una temporada en el infierno, adobada de post pandemia, ha sido suficiente para cambiar la playlist de Spotify. Si la despedida de Messi fue tan abrupta como indeseada, la llegada de Lewandowski ha renovado el carnet, el ánimo y las perspectivas de futuro. Un jugador listo como el hambre, profesional como pocos y con un disco duro que quiere y va a compartir con los jóvenes, con las ‘vacas sagradas’ y con el staff técnico.

El crack polaco salió del Bayern para cambiar el contexto, dale una marcha más al final de su carrera y llenarse llenando los estadios de LaLiga. Generoso, no ha dudado en sacar la tiza y escribir en la pizarra. Humilde, lo ha hecho en un tono bajo, aún sabiendo el ‘run run’ que provoca cuando pisa el campo y el festival de trompetas y órgano cuando le ves moviéndose en el área y rematando la jugada.

Igual que abraza a Ansu en el túnel de vestuarios, corrige con cariño y liderazgo a sus compañeros y entiende como nadie a los capitanes sentados en el banquillo. Él no necesita brazalete. A sus años, eso no le quita el sueño. Ya lo lleva en el ADN. Carpe diem, a agotar entradas y uniformes, a sumar y a ganar.

Larga vida al rock & roll. Porque, como dijo Keith Richards tras el concierto del 82, allá en el extinto Vicente Calderón (donde estaba quien esto firma y donde cayó la tormenta del siglo), “seguro que el día que me muera, independientemente de que vaya al cielo o al infierno, Dios me pedirá que le pague los rayos y truenos tan impresionantes que desató para nosotros”.