Opinión | Tuercebotas

Ricky Rubio, bailando en la oscuridad

Ricky, en una acción del encuentro ane Letonia

Ricky, en una acción del encuentro ane Letonia / EFE

La letra de una de las canciones más bailadas en cada concierto de Bruce Springsteen, el trallazo rock ‘Dancing in the Dark’, es una cruda descripción de la depresión y de sentimientos de frustración y aislamiento: “Me levanto por la tarde / y no tengo nada que decir / Llego a casa por la mañana / y me acuesto sintiéndome igual / Estoy cansado todo el tiempo / tío, estoy cansado y aburrido de mí mismo / Hey, cariño, me iría bien un poco de ayuda”.

En su autobiografía de 2016 titulada ‘Born to run’, Springsteen contó que fue a terapia para tratar su salud mental durante treinta años. ‘Dancing in the Dark’, una canción de 1984 incluida en su disco ‘Born in the USA’, narra sus problemas para convivir con el éxito, la presión que supone intentar vivir a la altura de las expectativas y la sensación de sentirse aislado de la realidad. La canción fue un exitazo en un disco que arrasó en ventas, en parte gracias al videoclip rodado por Brian De Palma. El vídeo simula una actuación en directo de ‘Dancing in the Dark’ en la que el Boss invita a bailar al escenario a una jovencísima Courteney Cox, famosa años después por interpretar a Monica en ‘Friends’. Lo que impacta de ese vídeo, de cada concierto en el que Springsteen toca la canción, es el baile, la fiesta, el chute de rock en vena, mientras la letra de la canción dice: “Miro mi aspecto en el espejo / Quiero cambiar mi ropa, mi pelo, mi cara / Tío, no voy a ninguna parte / Me limito a vivir en un vertedero”. Lo dicho, bailando en la oscuridad.

Después de meses fintando, asistiendo, reboteando y lanzando en un partido crucial que jugaba a solas consigo mismo, Ricky Rubio ha vuelto a las canchas con la selección española. Se le vio menos musculado que antes de retirarse para tratar problemas de salud mental, pero más afinado de lo esperado: 11 puntos y cinco asistencias. Lo de menos, por supuesto, fueron las estadísticas y el resultado del partido. La espléndida noticia es que Ricky vuelve a ser de la partida.

Benito Floro, entrenador del Real Madrid entre 1992 y 1994, fue de los primeros que incluyó a un psicólogo como parte de su equipo técnico, y fue ridiculizado por esos cavernícolas que se hacen llamar hinchas y que conciben el deporte como la continuación por otros medios del duelo a garrotazos de Goya. Por suerte, el mundo hoy no es el de la década de los 90 en muchos aspectos, pero a la salud mental le sigue rodeando un alto componente de estigma social. Es el miedo que genera lo que no sabemos tratar y, por tanto, nos incomoda.

La imagen de los deportistas de éxito, el cliché, el estereotipo, es la de jóvenes multimillonarios a los que la vida ha sonreído: trabajan de lo que les gusta, son multimillonarios gracias a ello, y el dinero y la fama les abre puertas prohibidas al común de los mortales. Es cierto, pero esta vida también tiene su cara B: el aislamiento de la realidad, la presión por el éxito, el escrutinio de miles de personas en las canchas y en los estadios y en las pantallas, el miedo a fallar, el pánico a que la devoción de los fans de hoy sea la repulsa de mañana. “Aquellos recibimientos en Badalona es algo que fue quedando en el olvido porque quería dejar atrás ese sentimiento. Porque si me hubiera dejado llevar por él, me habría destruido. Tenía 18 años, fue algo muy duro para mí”, explicó Ricky en una entrevista a ‘The Atlantic’ en referencia a los abucheos con que fue recibido por los aficionados del Joventut durante su primera etapa en el Barça. Para entenderlo, imaginemos cómo nos sentiríamos si miles de personas nos increpan en una cancha. A los 18 años.

No hay dinero ni fama que blinde a los deportistas de la presión que impone su trabajo. El hecho de que sea vocacional y que les divierta, si es así, no resta fuerza a la presión. Cada día, entreno tras entreno, llevando su cuerpo al límite, conviviendo con la montaña rusa de las lesiones, perfeccionando la técnica, preparándose para un examen cada pocos días en el que se enfrentan de forma directa ante la mirada de miles y miles de personas a compañeros de profesión que son al mismo tiempo adversarios y varas de medir. Y así, año tras año. De sentirse como una estrella del rock cuando la bola entra a bailar a solas en la oscuridad cuando no.

Bienvenido, Ricky, es una alegría tenerte de nuevo en las canchas. Ánimo y fuerza.