Font, Laporta y el régimen del 2003

La magnitud de la crisis del Barça es tal que requiere de la ayuda de todo el talento azulgrana que pueda amasarse en la sociedad civil catalana

Laporta denuncia "un ejercicio de cinismo" por parte del Madrid con el 'Caso Negreira'

Laporta denuncia "un ejercicio de cinismo" por parte del Madrid con el 'Caso Negreira'

Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

Víctor Font fue un candidato de aires profesionales y responsables a la presidencia del Barça y, después de ser derrotado por Joan Laporta, su lona y su asado, decidió ejercer de jefe de la oposición al presidente del Barça, cargo que no existe. Guadianesco, ha elegido con esmero sus apariciones públicas. La última, esta semana, ha sido la más contundente: una carta abierta a los socios del Barça y una entrevista a Rac1 en las que ha propuesto organizar una alternativa para refundar el Barça.
A su juicio, "es urgente pasar página al régimen del 2003”, un torpedo a la línea de la flotación de aquellos jóvenes, ambiciosos y bien preparados que, liderados por Joan Laporta, se propusieron dar los mejores años de sus vidas al Barça. Hoy, a los que quedan, Font les acusa de poner en riesgo el modelo de propiedad del club y de dirigirlo “como en los años 80 del siglo pasado”.
Sin contar comisiones gestoras, desde la victoria electoral en 2003 del Elefant Blau tres miembros de la primera junta de Laporta se han repartido la presidencia del Barça: Laporta (2003-2010, y desde 2021 hasta ahora), Sandro Rosell (2010-2014) y Josep Maria Bartomeu (2014-2020). Es cierto que aquel primer grupo se escindió en facciones irreconciliables, pero aun así el término de ‘régimen del 2003’ acuñado por Font no es exagerado.
Las presidencias desde 2003 hasta ahora tienen en común su mismo origen y que conocieron el éxito de la mano del mejor jugador de la historia (Leo Messi) y una de las mejores hornadas de la historia de La Masia (Xavi, Iniesta, Busquets, Puyol, Piqué, Valdés...) Comparten también el espíritu cainita, las filias y fobias, y la perpetuación de los ismos dentro del barcelonismo: primero contra el nuñismo, después entre ellos. Los dos últimos presidentes coinciden, además, en la pésima gestión de Messi: uno (Bartomeu) lo perdió, el otro (Laporta) le abrió la puerta hacia París.
Suele suceder en términos históricos que los movimientos que consiguen vencer al ‘establishment’ se acaban convirtiendo en el nuevo poder establecido. Durante 25 años el régimen del Barça fue el nuñismo, con los 22 años de presidencia de Josep Lluís Núñez (1978-2000) y los tres de Joan Gaspart (2000-2003). A los 25 años de nuñismo les siguieron los 21 del ‘régimen del 2003’ (a falta de mejor nombre). No es exagerado, pues, el llamamiento a la refundación de Font.
Es, de hecho, lo que se comenta y se debate en despachos y restaurantes de Barcelona. La peculiar forma de propiedad del Barça y su idiosincrasia hacen que la dirección del club sea un reflejo de lo mejor que la sociedad civil puede generar. En este sentido, la decadencia del club en los últimos años, la grave crisis institucional, económica y deportiva actual y la forma personalista de gestionar lo que no deja de ser una de las mayores multinacionales catalanas dicen muy poco de la sociedad catalana. ¿Es esta versión de Laporta y los rollitos de primavera voladores lo mejor que Catalunya puede ofrecer para gestionar un transatlántico como el Barça?
Es la pregunta que subyace en la carta abierta de Font y en la crítica al ‘régimen del 2003’. Convertido el Elefant Blau en el nuevo nuñismo, ¿de verdad es irremediable e irreversible esta realidad del Barça, en la que un joven desconocido sueco se niega a fichar por el Barça y prefiere al Tottenham mientras Mbappé ya se prueba cómo le queda el blanco? Font dice que no, que el potencial del club es sideral, pero pide para ello que los que se lamentan en reservados y despachos actúen y no limiten a hablar. La magnitud de la crisis del Barça es tal que requiere de la ayuda de todo el talento azulgrana que pueda amasarse.
Suele rodear a Font, a pesar de su intento de presentarse como un gestor que prima la eficacia y la racionalidad, una cierta aura de ingenuidad. ¿De qué sirven los power points y los resúmenes ejecutivos contra la simpatía y el carisma arrolladores? ¿Acaso no sabe que alrededor de la presidencia del Barça confluyen intereses, energías y ambiciones que a un ‘controller’ no le caben en un excel?
Ingenuo o no, es difícil refutarle los números y la conclusión. Igual que el Barça del 2003 no se podía permitir más nuñismo, el del 2024 necesita toda la ayuda que pueda recabar para entrar en una nueva era.