Opinión

Yo opino y tú me insultas

Messi acaricia su octavo Balón de Oro

Messi acaricia su octavo Balón de Oro

Vivimos en una sociedad cada vez más polarizada, en la que las opiniones que se vierten públicamente se escuchan o se leen con el afán de rechazarlas a base de muy pocos argumentos y de muchos insultos.

Hoy en día opinar públicamente de fútbol, de política, de feminismo, de machismo, de cuestiones de género o de muchas otras cosas, es un riesgo de alto voltaje que acarrea una más que posible lapidación pública por parte de quienes piensan lo contrario. Los medios tienen una parte de culpa de ello; se sabe que en base a la división los ánimos se caldean y las posturas se extreman en bandos que se oponen, y de ese guirigay siempre se saca provecho. Eso pasa en política y pasa en el mundo del deporte. La rivalidad entre equipos ha existido siempre y es bueno que así sea, de lo contario las competiciones no serían tan emocionantes. Los aficionados hacen que la pasión por un equipo sea igualmente proporcional a la animadversión que se le tiene a su contrario. El odio al que no es de tu grupo te vuelve ciego y subjetivo, y todo lo que emana de tu contrario es apto de ser vilipendiado y verbalmente destruido en las redes y también en este diario.

En Sport se emiten opiniones que se puede o no estar de acuerdo; por eso son opiniones y no noticias, y hay algunos lectores siempre atentos a lo que aquí se escribe para de inmediato apuntarse al derribo de todo aquello que no les gusta, y que genera, en el caso del fútbol, un odio hacia el eterno rival. Algunos son bots, esos programas automatizados que simulan ser personas, pero hay otros que están escritos por simpáticos lectores dispuestos a insultar porque se sienten atacados hoy por una cosa, mañana por otra. La cuestión, según parece, es destruir y buscar el descrédito a base de improperios porque no me gusta lo que aquí se escribe.

Eso no va a cambiar y tiene, bien analizado, una parte buena y una mala. La buena es que estimula a seguir opinando, porque eso ves que genera controversia. La mala es que se multiplica el mal rollo y consigues con ello que tanta vehemencia te resbale y seguir opinando digan lo que digan, y eso, según como, tampoco es bueno.