El viejo Camp Nou

Se intensifican las obras del Camp Nou

Se intensifican las obras del Camp Nou / FCBARCELONA

Carles Sans

Carles Sans

La jornada del domingo tuvo un gran significado para los culers. Especialmente para aquellos socios y seguidores más veteranos que vemos cerrar una etapa de un Estadi al que acudíamos desde la infancia. A mí me hizo socio mi tío Miquel, que no era tío mío, pero como si lo fuera.

Era un entrañable amigo de la familia, culer por los cuatro costados que me inoculó la afición por el Barça y me regaló dos abonos y dos asientos de tribuna. A él, a Miquel, por su generosidad y su barcelonismo, le debo ser el culer que soy. De adolescente viví un Nou Camp que después fue Camp Nou, donde jugaba Gallego, Rifé, y luego Cruyff, Neskens y tantos otros cracks que marcaron mi infancia blaugrana.

Ahora lo que se derriba es cemento, nada más; porque los recuerdos permanecen en la memoria de todos. El domingo me acordé de mi tío, de mis padres, que todos los domingos acudían a sus asientos y se juntaban con los vecinos de localidad, cuando los vecinos eran siempre los mismos, no como ahora. Me acordé de mis sobrinos que, en mi ausencia, no se pierden un partido.

La nostalgia sirve de bien poco, así que me alegra saber que tendremos, en un año y medio, un campo precioso a la altura de lo que el Barça necesita. Este viejo Camp Nou ya no aguanta más. Es frío, feo por dentro y viejo por fuera.

El domingo se juntaron varias despedidas con sabor agridulce: la del estadi y la de dos grandes de la historia del club: Sergio Busquets y Jordi Alba. Por una parte me alegraba ver cómo finalmente se ha sabido despedir a dos grandes de la cantera, no como en otras ocasiones ha ocurrido con cracks que se han marchado sin haberles podido dar un último aplauso. 

Y por otra, la ceremonia, que, dicho con el debido respeto, para mi gusto fue un pelín “carrinclona”. Ahora que ya sabemos enfatizar una despedida, deberíamos saber darle un punto de modernidad a las celebraciones. Pero todo llegará, estoy seguro.