¿De qué tiene miedo Joan Laporta?

Joan Laporta, presidente del FC Barcelona, en la Ciutat Esportiva Joan Gamper

Joan Laporta, presidente del FC Barcelona, en la Ciutat Esportiva Joan Gamper / AFP

Ernest Folch

Ernest Folch

Vivimos en un momento crítico de la historia del Barça en el que empiezan a aflorar preguntas que hasta hace muy poco eran un tabú.

Por primera vez en su historia, los socios del Barça ven cómo poco a poco se abre el melón del debate sobre su propiedad y, por extensión, de su gobierno.

En medio de esta discusión todavía incipiente, el club convocará próximamente una Asamblea extraordinaria para aprobar unas cuentas cruciales, después de haber activado todas las palancas.

La Asamblea es ahora mismo el único órgano que tiene el socio para preguntar y fiscalizar la acción de gobierno. Ante el asombro general, y sin que ya haya ningún covid de por medio, el club ha filtrado que volverá a celebrarse de manera telemática.

La excusa es que si es virtual puede haber más participación, pero nadie ha sido capaz de explicarnos por qué no se celebra al menos en sistema mixto, con doble opción presencial o telemática.

Sorprende que Laporta haya preferido esconderse detrás de un Zoom antes que dar la cara, en un momento en el que además tiene motivos para sacar pecho: unos beneficios aparentemente espectaculares de 304 millones, los refuerzos esperanzadores del mercado de fichajes, la renovación de Xavi, las buenas sensaciones de los primeros partidos en Montjuic.

Es cierto que también deberá explicar por qué, a pesar de los beneficios generados por las palancas, el club es incapaz de cumplir los presupuestos y la actividad ordinaria del club ha vuelto a dar cuantiosas pérdidas por tercer ejercicio consecutivo.

O por qué las comisiones de los fichajes, a pesar de la transparencia anunciada, siguen ocultándose descaradamente. O si podrán cumplirse los plazos de las obras del nuevo Camp Nou. O por qué los socios heroicos que suben a Montjuic no tienen ni siquiera derecho a un sitio fijo.

Temas todos mucho más sencillos de torear ante una pantalla de ordenador que ante una masa de gente que aplaude, murmura o cuestiona. Es posible que si la Asamblea fuera presencial escuchara algún reproche o tuviera que responder alguna pregunta incómoda, pero esto no lo haría más débil sino precisamente más fuerte, y más teniendo en cuenta sus virtudes comunicativas.

Algunos de los que rodean al presidente se piensan que lo protegen cuando en realidad lo debilitan. Que esta junta se haya abonado a celebrar las asambleas virtualmente es tan incomprensible como bochornoso, y es algo que, de estar en la oposición, denunciarían con razón.

Como igual de cierto es que el menosprecio a la Asamblea, y su utilización como un órgano para maquillar las carencias democráticas del club, es una característica de todas las juntas directivas desde hace décadas, desde Núñez a Laporta pasando por Gaspart, Rosell y Bartomeu. Viendo cómo se maltrata la Asamblea, quizás no es tan extraño que vaya tomando cuerpo la idea de un Barça S.A.