Opinión

El día en el que Luis Enrique salvó a Xavi

El asturiano la pifió primero ante los micrófonos y después sucumbió en el césped

Luis Enrique y Xavi, durante el partido entre Barça y PSG en el Parque de los Príncipes

Luis Enrique y Xavi, durante el partido entre Barça y PSG en el Parque de los Príncipes / EFE

La espectacular victoria del Barça en París tiene un efecto mucho más trascendente que el de un resultado que lo acerca a la gesta de las semifinales: consolida todo lo que ha construido Xavi después de su dimisión y, salvo catástrofe en el partido de vuelta, salva una temporada que todos, en el entorno y también dentro del club, creían haber suspendido. La merecidísima victoria en París, acompañada de un fútbol sólido, dinámico y convincente, ha tenido un efecto tan catártico en un club que se veía muerto que puede decirse que, incluso quedando eliminado, el Barça de Xavi puede decir que ya está en el buen camino para volver a entrar más pronto que tarde en la élite europea.

Ni hacían falta grandes promesas de ganar títulos, como se ha cansado de repetir Laporta, ni tampoco ningún título: bastaba con que el equipo compitiera y enseñara que sabe hacia donde va. El Barça, club de las hipérboles y las montañas rusas, va camino de escribir una de sus temporadas más bizarras y también más divertidas.

El club que hace solo doce semanas veía como su entrenador dimitía en diferido, perdía la Liga y aspiraba a poco más que a clasificarse para la Champions, es capaz de volver a ilusionar a su afición, quizás porque por fin ha sabido adecuar las expectativas a la realidad: justo cuando no se esperaba nada es cuando el equipo mejor ha rendido. En el renacimiento europeo del Barça hay causas futbolísticas, físicas, y también psicológicas.

De todos los factores que influyeron en la gran victoria en París, hay uno decisivo, que fue el efecto provocado por las incomprensibles y muy mal aconsejadas declaraciones de Luis Enrique en la previa, en donde aceptó sin rubor la comparación con Xavi, al que quiso despreciar con una frase altisonante y prepotente: “Yo represento mejor al estilo del Barça”. 

Puede que el técnico asturiano lo hiciera para descentrarlo, puede que para condicionar su táctica o simplemente fuera un ataque de ego. Lo cierto es que el entrenador blaugrana no picó, no entró al trapo y respondió con humildad. Lo que hizo Xavi fue lo que aconsejan las viejas leyes del fútbol: responder en el campo y demostrarle a Luis Enrique en su propia casa que por la boca muere el pez. Luis Enrique quiso imitar al peor Mourinho y cometió un error de consecuencias impredecibles. Si sus palabras tuvieron un efecto fue el de cohesionar el grupo alrededor de Xavi que, una vez más, ha sabido convertir las críticas en gasolina emocional. Da igual si es la prensa o Luis Enrique, el técnico de Terrassa tiene siempre un enemigo externo para motivar a sus jugadores. 

Esta vez, lo realmente paradójico es que quien acudió a su rescate fue nada más y nada menos que un patoso Luis Enrique. Primero la pifió ante los micrófonos y a continuación sucumbió en el césped. Una vez más sucedió lo que no estaba en ningún guion. Por eso el fútbol nos gusta tanto.