El caso del dedo en el culo

Lucas Ocampos, víctima de un obsceno acto en Vallecas

Lucas Ocampos, víctima de un obsceno acto en Vallecas / DAZN

Carles Sans

Carles Sans

Qué curiosos son los dedos, ¿verdad? Unas extensiones que salen de las manos y que nos ayudan a agarrar, sostener, apretar, rascar, hurgar y señalar muchas cosas. De entre todas las utilidades nombradas está la de hurgar, verbo que generalmente tiene muy mala prensa porque todo lo que sea hurgar no parece hacerlo en algo agradable.

Eso es lo que un niñato de Vallecas se le ocurrió hacer en el culo de Lucas Ocampos, un argentino que juega en el Sevilla FC y que, en principio, vino a España a jugar al fútbol, y no a que le toquen el “asterisco”, que es algo que, salvo solicitud expresa, pertenece al terreno de la vida privada de cada uno.

Lo más sorprendente de todo este asunto es ver la reacción de los espectadores vecinos de los tres gorrillas que cometieron la estupidez. A la gente le hizo mucha gracia, porque al parecer, para algunos ver cómo le meten el dedo en el culo a otra persona es muy divertido. Sin embargo, que el jugador se gire y censure el hecho al bobo que lo hizo, esto es imperdonable.

Pero si eso ya sorprende, todavía me dejó más perplejo ver la reacción del bobo y los dos idiotas que le acompañaban, que arropados por todos quienes estaban a su lado se envalentonaron y respondieron de manera chulesca al pobre jugador.

¡Cómo ha cambiado nuestra juventud! Mis padres siempre me regañaban cuando me hurgaba la nariz con el dedo, me decían que era de muy mala educación, si bien es cierto que nunca me dijeron nada acerca de meterlo en el culo; di por hecho que, por extensión, meterlo en el culo también estaba mal, aunque fuese el de otra persona.

En declaraciones a la prensa el pobre Lucas tuvo la torpeza de insinuar que si eso le hubiera pasado a una mujer el escándalo sería mayúsculo, y le doy la razón, tan mayúsculo como debería de ser el suyo propio. Entiendo que Ocampos se sintiera solo ante la humillación de verse “dedomizado” en todos los noticiarios de España y por ende buscara argumentos donde los hubiera para sentirse apoyado. Le comprendo.

Lo que no comprendo es cómo el árbitro no llamó al delegado de campo para que este, a su vez, solicitase la presencia de la policía y se llevaran a los tres tontainas de allí.

En fin. ¡Cosas veredes, Sancho!

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