El calendario y las selecciones
Parón de selecciones. Échense a temblar. Primer trimestre de la competición, tres parones en medio de los partidos. Cuando más se le está cogiendo el gusto a los equipos, interrupción y partidos con elevado riesgo de lesión. Largos viajes, cambios de temperatura importantes ( Más de 25 grados de Sevilla a Oslo en un día), acumulación de partidos y minutos sin descanso…
La paradoja
Por suerte y en este caso, por desgracia, los grandes clubes tienen a los mejores jugadores del mundo y, por tanto, a internacionales que llaman constantemente sus respectivas selecciones.
No hay parón en el que Barcelona o Madrid cedan menos de doce o catorce futbolistas, con el riesgo que conlleva. Es entendible que a los futbolistas les interese y mucho asistir a las llamadas de su seleccionador. Algunas veces más que otras, porque revaloriza su figura, su imagen y su valor, sobre todo si estamos hablando de un Mundial o una Eurocopa. Eso es caché para el jugador y marketing.
¿Pero qué ganan los clubes que ceden a sus mejores futbolistas durante días y días, partidos y más partidos? Ya les digo yo. Nada, o casi nada. Y lo hemos normalizado. En los grandes torneos hay una compensación económica más importante, una pequeña parte del enorme pastel que se llevan las federaciones de cada país y por supuesto, la FIFA y UEFA de turno. En el resto de las competiciones, ni eso.
En el fútbol profesional español uno no se puede negar a acudir a la selección, a diferencia por ejemplo de los jugadores de baloncesto. Incluso los NBA tienen por contrato que quedar sometidos a la disciplina de su club que decide todo por ellos.
Confiar en la buena fe
La espiral creciente de los calendarios ahoga a los futbolistas, los exprime y los agota. Los acaba destrozando. Ha habido multitud de jugadores lesionados de gravedad en partidos de selecciones. Ahora Imagínense, por un casual, que Lamine Yamal se queda con España y se lesiona en uno de los partidos, o que Balde fuerza ante Noruega y regresa con el abductor roto en vísperas del clásico ante el Madrid. Y así podríamos poner multitud de ejemplos de la sangría que supone la cesión gratuita de los internacionales a sus selecciones. Los que pagan no tienen derecho más que al pataleo y a la rabieta.
Hay que confiar en la buena fe del seleccionador y falta de egoísmo para no forzar a un futbolista tuyo, cuando a ellos les va casi la vida o el éxito profesional en esos partidos. ¡Basta ya! Se debe empezar a dialogar estas cesiones. Las normas deberían ser más flexibles y permitir a los clubes negociar ciertas cesiones en cuanto a cantidades, fechas o partidos. Al menos sentirse con más voz y voto de la que tienen en la actualidad. Que para eso son los que pagan.
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