Tremenda decepción mundial
Albert Gracia
Incomprensible. Decepcionante. Increíble. Mala suerte. Llámenlo como quieran. Un brazo. Un maldito brazo condenó las esperanzas de Orlando Ortega en un Mundial. Lo tenía todo para lograr la medalla pero ese malvado brazo de McLeod le dejó sin medalla cuando la tenía a tocar y le llevó a la quinta plaza.
El jamaicano se trastabilló con su valla, invadió el carril de Ortega y su presencia desestabilizó tanto al español que terminó birlándole un bronce (o incluso una plata) que ya tocaba con la punta de sus dedos. Tan cerca y a la vez tan lejos. No se lo podía creer. Todo el esfuerzo de las series y la semifinal tirado a la basura en los últimos metros de una carrera en la que había remontado como un jabato. Sabía que tenía al campeón del mundo al lado.
Pero no que tenía también al verdugo que le iba a dejar fuera. No salió especialmente bien el bueno de Ortega, que se quedó rezagado en las primeras vallas. Pero remontó y de qué manera. El español comenzó a pasarlos a todos como un tren, con la vista puesta en un Holloway que iba directo a por el oro. Pero Orlando no quería ponérselo tan fácil. Mirando de reojo a Shubenkov y Martinot-Lagarde, Ortega continuó con su tremenda remontada hasta que el despropósito se apoderó de todo en la séptima valla. Se lo birlaron en su cara.
De la remontada al fracaso
El español iba a culminar una carrera espectacular con medalla pero McLeod y el destino decidieron que no iba a ser su día de gloria. Decepción mundial en una competición que merecía mejor suerte para el atleta español. Tras unas series espectaculares y una semifinal potente, Ortega se quedaba fuera de las medallas y la gloria se la llevarían el imparable Holloway, que se hizo con el oro (13.10), Shubenkov (13.15) y Martinot-Lagarde, el campeón de Europa (13.18). En el podio no estuvo Orlando. No le dejaron estar. Una decepción mayúscula.
Cienfuegos, séptimo
Tampoco hubo suerte en el lanzamiento de martillo masculino. El otro gran nombre propio de la jornada también se quedó fuera de las medallas y terminó en séptimo lugar. Pero esta vez por méritos propios. Javier Cienfuegos, que se convirtió en el primer español en disputar una final de esta especialidad en el Mundial, fue de menos a más y concluyó con 76,57 metros como mejor lanzamiento.
Su progresión fue muy evidente. Arrancó con 73,25, pasó a 74,73 y dejó en 76 metros justos su tercer lanzamiento. En el cuarto avanzó hasta los 76,57 y en el quinto se estancó. Acabó su participación con un lanzamiento de 74,64. El oro fue para Fajdek, su cuarto título mundial consecutivo, la plata, para Bigot y el bronce, para Halasz.
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