Zubizarreta, la soledad del guardián

Sobrio y ordenado, pero sin el juego de pies que buscaba Cruyff, siempre fue un contrapunto al técnico en el vestuario

Portero del equipo más ofensivo del mundo, tuvo que acostumbrarse a estar solo ante el peligro más de la cuenta

Zubizarreta, la soledad del guardián

Zubizarreta, la soledad del guardián / sport

Dídac Peyret

Dídac Peyret

En un año inconcreto en la memoria de Vila-Matas, Zubizarreta lo reconoció en la Feria del Libro de Valencia y le dijo que se había leído su novela, Exploradores del abismo. “Me comentó que todos los porteros tienen algo de eso. Entendí que, si eres portero y avanzan hacia ti delanteros como Romario, Ronaldo o Messi, te conviertes en un explorador del abismo”.

Zubizarreta siempre fue un gran lector y su visión de las cosas, serena, pausada, repensada, abierta al cambio, sigue irritando a los que buscan titulares y testosterona a cuestiones complejas. Tampoco su juego era nada populista. Zubi no se lanzaba a por balones inverosímiles ni buscaba la palomita y la pelota le quemaba en los pies.

Dijo Cruyff de él: “La sobriedad es su mejor virtud”. No eran habituales los elogios de Johan. Su perfil se alejaba del prototipo que proyectaba el holandés: el portero moderno. El guardián, ya no solo de la portería, sino del primer pase. “Cuando Johan en pretemporada nos ponía a los porteros en los rondos, yo pensaba en algunos momentos que incluso me hacía hasta bullying, porque me ponía en el sitio donde no podía funcionar, y así marcaba la diferencia entre el portero que quería y el que tenía”, recordó en Movistar en 2018.

Zubizarreta siempre fue un contrapunto a Cruyff en el vestuario. Los dos mandaban mucho. Uno con orden, otro sobre todo con intuición. En el equipo más ofensivo del mundo, Zubi estuvo muchas veces solo ante el peligro. También vivió las dos caras del fútbol. De la euforia de Wembley, donde fue clave, al desencanto de Atenas. De regreso a Barcelona, Gaspart le anunció en el avión que se buscara equipo.