Adiós a un crack: Gonzalvo III

El barcelonismo perdió ayer a una figura señera. Marià Gonzalvo, jugador excepcional y capitán del equipo de las Cinco Copas

Tenía 85 años y era toda una leyenda del Barcelona, al que ofreció lo mejor de su excelso fútbol. Pero Marià Gonzalvo, fallecido ayer en Barcelona, seguía viviendo el deporte que le encumbró con absoluta pasión. Pese a su avanzada edad apenas se perdía un partido del Camp Nou y era también un habitual en los partidos de los equipos inferiores en el Minestadi.

Disfrutaba viendo a los jóvenes valores y esperando descubrir nuevas figuras que triunfaran en el club de sus amores. Por desgracia sus contertulios no podrán gozar ya más de su sabiduría futbolística. Hoy todos ellos y su legión de amigos se congregarán en el Tanatori de Les Corts, a partir de las 12,15 para darle su último adiós.

Los que le vieron jugar dicen que ha habido pocos futbolistas, a lo largo de la historia del club, que hayan tenido su categoría. Y es que el menor de los Gonzalvo unía a su extraordinaria clase, un fuelle fuera de lo común. Era incansable. Además tenía un excelente remate, incluso con la testa, pese a su corta estatura. Cabe señalar que aunque actuara como medio volante marcó 56 goles en sus 331 partidos con el FC Barcelona. Tenía, claro, una fuerte vocación ofensiva, de creación, aunque cuando se le encomendaban labores de contención también cumplía a la perfección como pudo observarse en algunos partidos del Mundial de 1950.

Marià y sus hermanos Juli y Josep, fueron futbolistas profesionales pese a la oposición de sus padres, emigrantes aragoneses, que no veian en el juego de pelota la mejor opción para su futuro. Se entrenaban casi de escondidas y suerte tuvieron del apoyo del rector de Mollet, Mossèn Josep Casanovas, apasionado del fútbol, que les dejaba jugar en el patio de su vivienda.

Superada la reticencia paterna, gracias en parte a los desvelos del párroco, Marià ya jugaba a los 15 años, en plena guerra civil, en el Mollet y con 16, le fichó el Europa, donde le vieron los técnicos del Barça, que no dudaron en recomendarle.

En 1940-41 ya disputó varios partidos amistosos con el primer equipo blaugrana pero el retorno de varios futbolistas exiliados determinó que la siguiente campaña fuera cedido al Zaragoza, que acababa de descender a Segunda.

Volvió en 1942-43 y vistió la zamarra blaugrana hasta la campaña 1954-55, es decir, trece temporadas consecutivas siendo pieza clave en los numeroros títulos logrados en esta etapa. Fue el auténtico líder del equipo durante muchos años y le cedió luego el relevo a Ladislao Kubala con quien jugó cinco temporadas y vivió la brillantísima etapa de las Cinco Copas.

En 1949 estuvo a punto de dejar el Barça. Jugó un extraordinario partido con la selección, ante Italia, en Chamartín y técnicos y periodistas transalpinos se deshacieron en elogios hacia Gonzalvo III. El seleccionador 'azzurro' llegó a decir "nunca he visto un medio volante tan bueno como este rubio pequeño".

Días después se presentaron en su casa de Mollet, el entrenador del Torino y el capitán, el gran Valentino Mazzola que le propusieron fichar por el que entonces estaba considerado como mejor equipo del mundo. La oferta era irrechazable: tres años de contrtato a dos millones y medio de pesetas por temporada más sueldos, primas e incentivos.

Jamás se habían barajado estas cifras en el fútbol europeo. Pero Marià la rechazó. "No puedo jugar en otro club que no sea mi querido Barça", dijo. Y siguió hasta que, con 33 años y cuando ya no actuaba con la frecuencia deseada, aceptó ser cedido al Lleida. En la siguiente campaña, 56-57 reforzó al Comtal, que acababa de ascender a la máxima categoría. Al concluir la temporada, colgó definitivamente las botas.

El 7 de febrero de 1962 fue homenajeado por el club junto a Gustau Biosca. El Barça se enfrentó aquel día al Peñarol, vigente campeón intercontinental. Desde su retirada siguió colaborando activamente con el club de sus amores en diversas funciones y siempre guardando un discreto segundo plano. El protagonismo lo había dejado sobre el césped. Te echaremos en falta, Marià.