Diego Epifanio, el señor de los ascensos

‘Match’ perfecto entre Leyma y técnico a nivel deportivo y social

Ya había subido con Burgos y Breogán

Diego Epifanio, en el Palacio de los Deportes de Riazor

Diego Epifanio, en el Palacio de los Deportes de Riazor / VÍCTOR ECHAVE

María Varela

“¡Lo empujas, lo empujas, y si hace falta, le pegas una hostia!”. A Diego Epifanio, que entonces entrenaba al Breogán, las cámaras de televisión le pillaron diciendo esto en un tiempo muerto de un partido contra el Leyma. Se refería a Zach Monaghan, el ojo derecho de la afición coruñesa, que a partir de entonces le tomó la matrícula al técnico burgalés. Cuando el club anunció en el verano de 2022 que sería el encargado de dirigir la nave naranja, esas palabras pesaron más para algunos que el curriculum del que ya se perfilaba como uno de los mejores entrenadores de la LEB Oro, con los ascensos con San Pablo Burgos (2017) y Breogán (2021) ya a sus espaldas. Sin embargo, cuando terminó la temporada, y a pesar de que el objetivo se quedó a medias tras la decepción de la eliminación en los cuartos de final del play off frente a Gipuzkoa, ya nadie tenía dudas de que lo mejor para el equipo y para el club era la continuidad de Diego Epifanio.

En el plano deportivo y en el social, la contratación del técnico, nacido en Burgos en 1978 —el próximo 25 de mayo cumplirá 46 años— ha resultado el match perfecto. Con una filosofía de trabajo exigente en el día a día, ha sido capaz de mantener el equilibrio perfecto entre apretar a los jugadores en la pista y saber escucharles y comprenderles fuera de ella. Jugador feliz, jugador que rinde, opina. Y además de su conocimientos evidentes de baloncesto, destaca por su gestión del vestuario. Cada uno tiene muy claro el rol que se le asigna y está preparado para dar el cien por cien cuando le toca salir a la cancha, bien sea de titular, bien sean unos pocos minutos residuales. Y positivo en sus intervenciones —aunque él se llegó a definir en una entrevista como huraño—, también conectó con la grada haciendo suya una de las necesidades del club y comprendiendo que el primer paso para crecer comenzaba por incrementar la masa social.

No tuvo un aterrizaje sencillo en la ciudad. No por el tema Monaghan, sino en cuanto a los resultados, que tardaron en llegar en un inicio de liga irregular. Demasiadas piezas nuevas en el equipo que necesitaban un rodaje y un tiempo para adaptarse a él y a su forma de trabajar. Y tampoco se lo puso fácil una pretemporada complicada por las lesiones. El técnico afirmó que fue clave en ese momento la intervención del que era capitán, Javi Vega, con el que ya había coincidido en el proyecto burgalés y que hizo creer a los demás que el método “del gordito con gafas” iba a tener éxito. En la jornada 11, el equipo coruñés acumulaba más derrotas que victorias en su balance, seis y cinco respectivamente. Pero después de perder en casa contra el Gipuzkoa, llegó la gran remontada. Trece triunfos en catorce partidos, solo interrumpidos en la visita al Palencia.

A final del curso, el Leyma igualó su mejor clasificación histórica con la tercera posición en la liga regular. Eso desató la ilusión de cara al play off en el que el club incluso se llegó a plantear el hecho de acoger la final a cuatro en la que se decidiría el ascenso. A Epi ya no le entusiasmaba la idea. No quería ningún tipo de presión extra para sus jugadores. Ni cambiar nada de sus rutinas. Además fue como poner el carro antes que los bueyes. Porque había una eliminatoria previa de cuartos de final. Y en ella el Gipuzkoa de Mikel Odriozola, convertido en una especie de criptonita epifaniana en estos dos últimos años —no ha conseguido ganarle como local en estos dos años—, despertó a los coruñeses de su sueño. Se quedó una espina clavada. Pero entonces el club apostó por la continuidad.

Una segunda oportunidad, empezando por el banquillo y siguiendo por la mayor parte de su columna vertebral, saliendo al mercado para intentar mejorar tres o cuatro puestos. Parte del trabajo ya estaba hecho. Pero parecía el año más complicado para subir a la ACB con proyectos mucho tan potentes como los de San Pablo Burgos y Estudiantes. A mitad de curso, los naranjas ya hicieron historia al clasificarse para la Copa Princesa. Después encadenaron trece victorias seguidas. Cogieron el liderato en la jornada 21 y llegaron a tener dos victorias de ventaja. Pero Epifanio había aprendido. Nada de celebrar. Los fuciños, que los carga el diablo. Una mezcla entre Arsenio Iglesias y el Cholo Simeone. Solo trabajar y pensar en el siguiente partido. La fórmula para su tercer ascenso. Tras el último, en Lugo, no le dejaron continuar en ACB. En A Coruña, el puesto tiene que ser suyo.

Un cuerpo técnico muy de la casa

Epifanio ha estado rodeado, desde su llegada a A Coruña, por un cuerpo técnico muy de la casa y que ha ido creciendo en un intento del club de profesionalizar todas sus áreas.

  • Román Gómez, entrenador ayudante. Pasó por el Maristas en Primera Nacional (2012-13). Después se marchó al Clavijo para aprender junto a Antonio Pérez Caínzos. En 2018 se incorporó al Leyma, con Gustavo Aranzana primero, Sergio García después y ahora junto a Diego Epifanio. Llegó a debutar como primer entrenador en un partido en Oviedo en 2021.
  • Carlos Penedo, entrenador ayudante. Hombre de la casa desde 2008, en 2020 dio el salto al primer equipo para suplir a Charlie Uzal, que pasó a ocupar un puesto en la cantera.
  • Gus Gago, preparador físico. Estaba en el club antes de que se pusiera la primera piedra, aunque oficialmente se unió a él en 2003 y al primer equipo, en 2005. Una figura indispensable para entender la esencia del Básquet Coruña y que va más allá de su labor de preparador físico. Ha cuidado generación tras generación de los jugadores a nivel deportivo y humano.
  • Bruno Camblor, fisioterapeuta. Exportero de fútbol, que llegó a debutar a nivel profesional con el Sporting de Gijón, aunque se retiró con tan solo 26 años. En Galicia desde el año 2007, se unió al Básquet Coruña en el 2012. Otro de los veteranos.
  • Eduardo Seoane, fisioterapeuta. Reforzó en 2020 este área del club. Ya había trabajado con anterioridad para el Deportivo. Maratoniano y triatleta.
  • Carlos Lariño, médico. Desde 2012 compaginó su labor en el Deportivo con el Básquet Coruña, ahora solo en el club naranja y con la RFEF. Tuvo mucho trabajo en la pandemia. Siempre al pie del cañón ante cualquier imprevisto en la salud de los jugadores y de los aficionados con la puesta en marcha del Tsunami Salud.
  • Fran Fernández, delegado. Se incorporó al club en 2021 como delegado de campo y ahora cumple las funciones de delegado del equipo, siempre atento a las necesidades del día a día.

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