PALABRA DE DIRECTOR

El barcelonismo alegre vence al amargado

Luis Enrique y Pep Guardiola

Luis Enrique y Pep Guardiola / sport

Ernest Folch

Basta una visita del Manchester City para que una parte minoritaria del entorno barcelonista empiece a contaminar el ambiente con debates artificiales. Resulta que a las puertas de uno de los mejores partidos que hoy se pueden ver en el mundo, hay quien se pregunta si hay que aplaudir a Pep puesto que se ha convertido para algunos en un terrible rival antibarcelonista.

El City es por supuesto un competidor notable en un mercado global cada vez más exigente, pero hacerlo pasar como un proyecto judeomasónico para intentar hundir el Barça, fichar sus estrellas y destruir su economía es cuando menos grotesco. No es ni siquiera creíble que el City haya tenido la más mínima opción real de fichar al mismisimo Messi, como ha pretendido alguien por sorpresa del mismo entorno del jugador, a no ser que se tenga a la capacidad de seducción del Barça en muy bajo concepto o a no ser que se quiera propagar un rumor con la única finalidad de enrarecer el ambiente: que Messi se quede en el Barça no depende como es obvio del City ni de Pep sino solamente del Barça y de Messi, un matrimonio hoy tan sólido que deja en muy mal lugar las insinuaciones infundadas. Y presentar el Barça-City como una venganza de las supuestas traiciones de Guardiola es solamente pura nostalgia de las viejas guerras del pasado.

Parece una broma pero hay que volver a recordar lo que es el partido del miércoles: es una oportunidad única para el Barça de quedar primero de grupo y dejar vista para sentencia la fase de grupos, y es también un maravillosa ocasión para disfrutar de uno de los grandes espectáculos que se pueden ver hoy en la Champions, con el Barça en plena madurez del tridente más letal que ha visto el fútbol y un City con un protecto muy ambicioso pero todavía en construcción.

Es pues la noche de la alegría, la pasión y la comunión con la afición. Solo un barcelonismo amargado puede intentar convertir este acontecimiento feliz en una especie de ajuste de cuentas tan trasnochado como incomprensible. El barcelonismo alegre, que es el mayoritario, estará pendente este miércoles de animar al Barça y de llevarlo en volandas hacia la victoria,y nada más. Es decir, no hay dilema: querer ganar a Pep y querer a Pep son dos conceptos perfectamente compatibles. No hace falta autoodiarse. Basta con disfrutar del presente y estar bien con el pasado.