El Tourmalet

Hubo una época en la que ser mujer y ciclista no era lo suyo

En el Tour Femmes todo es diferente al pasado, salvo los salarios que, aunque cada vez crecen más, todavía están a años luz de los varones

'El Tourmalet', con Sergi López Egea.

'El Tourmalet', con Sergi López Egea.

Sergi López-Egea

Cualquier pasado de las mujeres

ciclistas

no fue mejor a los tiempos actuales y quizás hace años cuando el ciclismo femenino navegaba prácticamente en la clandestinidad nadie podía imaginar que un miércoles 26 de julio de 2023 las corredoras iban a superar una etapa de 177 kilómetros en la segunda edición del Tour Femmes con un final explosivo de los que llaman a crear afición.

Y es que las corredoras que a finales del siglo XX se aventuraban en una carrera a la que no permitían denominar

Tour de Francia

, pese a correrse en este país, afrontaban la competición en unas condiciones absolutamente distintas a las de ahora. La prueba se denominaban la Grande Boucle Femenina y corrían bajo la prohibición de usar cualquier referencia a la ronda francesa.

Mientras ellos dormían en hoteles de tres o cuatro estrellas, ellas pernoctaban en albergues, lo que ahora llamaríamos un hostel de los de literas en habitaciones compartidas. Mientras ellos se desplazaban en flamantes autocares, ellas viajaban de etapa a etapa en el coche de los equipos. Muchas veces ni siquiera tenían sitio para cambiar la ropa de calle a la de competición y siempre se colaba algún mirón que posiblemente estaba más en la salida por el morbo que por la afición al

ciclismo

.

Trato despectivo

Recuerdo en uno de los primeros mundiales de ciclismo que cubrí como una de las principales figuras femeninas, que viajaban con la selección española; eso sí durmiendo en el mejor hotel de la zona al igual que las estrellas masculinas, pedía el auxilio de uno de los mecánicos del conjunto masculino porque le hacía ruido el doble plato de su bici. De mala gana el auxiliar le reparó la bicicleta, pero se sentía como ofendido por lo que al marcharse la corredora expresaba un comentario nada afortunado: “el plato, te hace ruido el plato, a la cocina te mandaba yo”. Y eso que la afectada era la estrella del equipo.

Pero es que ellas viajaban sin apenas mecánicos y hasta buscaban desesperadamente la ayuda de los fisios del conjunto masculino porque ellos sabían sobradamente como recuperar las piernas después del ajetreo de la competición y necesitaban el mismo alivio que sus compañeros siempre más afortunados y mejor pagados.

Diferente pero no igual

En el Tour Femmes todo es diferente al pasado, salvo los salarios que, aunque cada vez crecen más -el mínimo entre los equipos de primer nivel oscila entre los 40 y los 60 mil euros anuales- todavía están a años luz de los varones. Llevan el mismo material, viajan en autocares, aunque todavía queda algún equipo más modesto que lo hace en autocaravana, y cada vez cuentan con mayor número de mecánicos y masajistas, lo que habría sido un sueño para pioneras como Dori Ruano Joane Somarriba, auténticas campeonas entre finales del siglo pasado y los inicios del actual.

Así que el reto de 177 kilómetros, impensable hace unos años, va en concordancia a los sistemas de preparación, a la alimentación y, en resumidas cuentas, a un profesionalismo que en este aspecto poco tiene que envidiar a un deporte que hace unas décadas parecía exclusivo para un solo sexo.

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