El exilio del soccer

El fútbol en Estados Unidos no ha sido sólo el retiro dorado de los Pelé, Beckham o Messi. Para Gyula Visnyei, por ejemplo, fue la realización de un sueño

Visnyei (en el centro, junto al inglés Gerry Ingram y el irlandés John Napier), cuando ya era un ídolo conocido como Juli Veee.

Visnyei (en el centro, junto al inglés Gerry Ingram y el irlandés John Napier), cuando ya era un ídolo conocido como Juli Veee.

SIMONE PIEROTTI

Gyula Visnyei nació en Budapest en 1950. Allí, pronto destacó en la cantera del Vasas. Era la época del Telón de Acero, por lo que Visnyei sólo tenía permitido lucir sus dotes de delantero en Hungría. Hasta 1969, cuando su club participó en el torneo juvenil de Viareggio (Italia). Al día siguiente de perder ante el Milan, disfrutó con sus compañeros del carnaval de la localidad. Mientras paseaba, tropezó con la persona que le cambiaría la vida. “Era Carl, un estudiante universitario estadounidense que vivía en Padua. Era el primo político de la mujer de mi tío, que había huido a California tras la revolución de 1956”, explica. “Vi imágenes del partido con el Milan por la tele y decidí bajar a Viareggio: tenía que encontrar a Gyula”, reconoce Carl.

Una fuga carnavalesca


Gyula me dijo que quería desertar y yo estaba muy feliz de poder ayudarlo”, cuenta Carl. No sería fácil, pues los jugadores del Vasas estaban vigilados por la policía secreta húngara. Una vez acabado el partido de vuelta contra los milanistas, Carl tocó un cuerno que había adquirido como souvenir en Praga como señal de que todo estaba listo.

El jugador recogió sus cosas y salió del vestuario en silencio. “Hablé con un policía italiano para decirle que en el equipo del Vasas tenía un primo al que nunca había conocido y con el que quería hacerme una foto. Los oficiales húngaros me miraron fijamente. Con la excusa de que necesitábamos una luz mejor, salimos del vestuario y nos acercamos a una verja abierta. Y huimos”, relata Carl. Lo hicieron a la carrera, hasta dar con una estación de autobuses.

Visnyei llevaba la sudadera roja y azul del Vasas, pero no su pasaporte, guardado en la caja fuerte de la habitación de su entrenador. “Fueron tres cuartos de hora inaguantables, temía ser descubierto”, revela. Carl añade tintes de novela negra: “Los policías húngaros llegaron nada más arrancar el autobús, pero no nos vieron. ¡Una locura!”. Partieron hacia el consulado estadounidense y luego se fueron a Roma, al centro internacional para refugiados. Fue una estancia temporal; su tío le esperaba en Long Beach: “Me dijo que el fútbol estaba expandiéndose en Norteamérica”.

Pero su llegada a la NASL, uno de los torneos hoy extintos que precedieron a la actual MLS, no empezó con buen pie. El número de equipos había caído drásticamente, de 17 a cinco, y ninguno de los clubes estaba en California. Con 19 años, el joven fugitivo se reactivó gracias a la semiprofesional Greater Los Angeles Soccer League. Mientras trabajaba en un astillero, Visnyei conoció a un empresario alemán que le consiguió pruebas con el Colonia y el Kaiserslautern. Sin pasaporte, sólo pudo estar allí seis semanas, pero no volvió de vacío: durante el vuelo conoció a Yvette, que se convertiría en su primera esposa.

De nuevo en California, Gyula trabajó como vigilante del Rancho Spahn, un viejo plató de westerns al norte de Hollywood. Un día, un jipi que montaba a caballo medio desnudo se le acercó: “Me invitó a conocer a su familia. Me llevó a una comuna donde aparecieron 40 jipis más”. Lo que Visnyei no sabía es que aquella era la ‘familia’ del criminal Charles Manson: “Vi a toda esa gente bailar drogada y con una cruz dibujada en sus frentes. ‘¿Qué hacen con su vida?’, pensé. Sólo con el paso del tiempo pude atar cabos”.

Para Gyula Visnyei el fútbol norteamericano fue la realización de un sueño

Para Gyula Visnyei el fútbol norteamericano fue la realización de un sueño / GETTY IMAGES

Después de una experiencia fallida en Rennes, Visnyei regresó sin cobrar a California junto a su familia. En el enésimo callejón sin salida, recurrió de nuevo al fútbol, pero esta vez al americano. En 1973, Los Angeles Rams de la NFL lo contrataron como kicker. En una prueba con más de 400 aspirantes, pateó el balón entre los palos desde 40 y 45 yardas, fallando apenas un intento de seis. Pero cuando Visnyei supo que no le iban a pagar las horas que dejaría de trabajar como camionero, dio marcha atrás.

Nada cambió hasta que un amigo le convenció dos años después para que se presentara a una prueba con los Aztecs, el equipo de fútbol de Los Ángeles que había ganado la NASL. Llegado al campo de entrenamiento con media hora de antelación, el húngaro se puso a dar toques bajo la mirada del técnico, Terry Fisher. “Su técnica y condición física eran evidentes. Tenía una voluntad de hierro y estaba muy seguro de sí mismo. Fue un descubrimiento fabuloso”, recuerda el entrenador. Así, en 1975, empezó la segunda vida de Gyula Visnyei, rebautizado como Juli Veee por John Chaffetz, director general de los Aztecs. Según el empresario, así memorizarían mejor su nombre, con tres ‘e’ para distinguirlo del cantante pop Bobby Vee.

Tras desertar, tuvo varios empleos y fracasó más de una vez.

Pero no paró hasta ser una estrella


Team America


Veee se convirtió en una estrella de la NASL con su juego y sus goles, uno de ellos en un 5-1 contra los New York Cosmos de Pelé. Terminada la liga, quiso cobrar más, pero el director se negó y lo cedió a los San José Earthquakes. “Un error colosal”, concede Fisher. Los Aztecs lo supieron en el primer duelo del nuevo curso, un derbi californiano en el que Veee les derrotó y ofuscó el debut de George Best. El sueño americano al fin se había realizado.

1976 le regaló nuevas emociones: participó en el Torneo Bicentenario de los EE.UU. con el Team America, junto a Pelé, Chinaglia y Bobby Moore. Poco después volvió a sobrevolar el Atlántico para fichar por el Lierse belga, donde jugaría la Recopa. Ya con su pasaporte, Visnyei se convirtió en el primer estadounidense en jugar competición europea. Lo ficharía el Standard de Lieja, pero en enero de 1978, tras el nacimiento de su segunda hija, decidió regresar a California. “Añoraba el buen tiempo. Antes de irme de Bélgica les regalé a mis compañeros unas postales para que viesen lo que era el sol”, se ríe. “En serio, allí estaba mi hogar, y los San Diego Sockers iban a pagarme el mismo sueldo pero con menos entrenamientos”, concluye con la misma sorna.

Desde entonces, Visnyei no se ha movido de allí. A excepción de una temporada en Nueva York y otra en Las Vegas, ligó su nombre a San Diego en el indoor soccer, modalidad bajo techo con seis jugadores por equipo y césped sintético que suplantó a la NASL cuando esta quebró en 1984. Los Sockers serían una potencia de la especialidad –ganaron cinco ligas seguidas– y Visnyei formó una pareja imparable con el mítico volante polaco Kazimierz Deyna, en su opinión el mejor futbolista con el que ha compartido vestuario. Con el equipo en un mal momento, en 1988 Visnyei recibió una carta de la directiva, que le comunicaba que prescindirían de él. Terminaba así su luna de miel con los Sockers, pero con un final feliz inesperado: su camiseta con el dorsal 22 sería retirada.

En la actualidad, Visnyei –aunque algunos le siguen llamando Juli Veee– disfruta aún del calor de California. Cultiva su pasión por la pintura y la literatura. En su garaje ha llegado a custodiar más de 10.000 cómics, revistas y primeras ediciones firmadas por escritores como Philip Roth, Ezra Pound o John Updike. Toda una paradoja: no se explica que un hombre con semejante pasado no tenga un libro en su honor.